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Civismo

El civismo comienza en la guardería, lástima que sólo se practique allí y sea tan difícil convertirse en ciudadanos. Para empezar, sabiendo compartir el espacio público.

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Ya lo dice Robert Fulghum, en Todo lo que necesito saber lo aprendí en el parvulario: compártelo todo, no le pegues a la gente, vuelve a poner las cosas donde las encontraste, limpia tu propia suciedad, no cojas lo que no es tuyo, di que lo sientes cuando molestes a alguien, lávate las manos antes de comer, sonrójate.
El civismo comienza en la guardería, lástima que sólo se practique allí y sea tan difícil convertirse en ciudadanos. Para empezar, sabiendo compartir el espacio público.
Está muy repetido, pero lo público, no es que no sea de nadie,  es que es de todos. La butaca del hospital  donde te sientas a acompañar a tu familiar, los columpios del parque, las mesas de las escuelas. Compartir significa cuidarlos para que podamos usarlos todos y no nos gastemos los ahora escasos presupuestos en reponerlos continuamente.


No le pegues a la gente. No te bajes del coche como un energúmeno o le hagas ese feo gesto tan común. Si alguien llega a una consulta con retraso y pretende entrar, que no se le cree enseguida  un comité para intimidarle, insultarle e incluso  impedirle entrar. Se trata de cinco minutos de diferencia, al médico no le dan más para atenderte y al paciente que le coge dentro le resulta difícil explicarse en tan poco tiempo y con tanto escándalo.
Vuelve a poner las cosas donde las encontraste. No cojas lo que no es tuyo. Esto de verdad que se enseña, pero lo que es calar, no cala. Aquí, si coges una cosa es para quedártela y normalmente no es tuya. A éstas situaciones se las suele llamar oportunidades, a las que no las aprovechan, tontos y a los que no pueden hacerlo, desgraciados. Luego oyes, es que los españoles somos así. ¿Así cómo? Una mayoría, víctimas de un grupo de ladrones.
Limpia tu propia suciedad. Vamos que no se te pide más que la tuya, ese goteo pestilente que llevas de tu casa al contenedor y que colocas al lado no vaya a ser que al lanzarlo dentro te salpique, se evita usando otra bolsa. Esos muebles y enseres que se retiran los martes pero que tú colocas un miércoles delante del contenedor de plástico para que nadie pueda usarlo, no son oportunidades que le das a otros de ponerlos en sus casas.
Lávate. Algunas veces, salimos del ascensor en la quinta planta, completamente asfixiados de aguantar la respiración. La higiene hace la convivencia más agradable.
Sonrójate y discúlpate. Avergonzarnos indica que aún no estamos por encima de todo, que  reconozco y me arrepiento de mis errores,  que restituyo lo robado, que dimito para ser consecuente con mis actos. Cómo se echa en falta que los banqueros, los presidentes de gobierno, los empresarios que modifican el software de los coches para camuflar sus emisiones contaminantes, se sonrojen.  

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