Lo que teorizan los libros de tauromaquia son una cosa y otra bien distinta es la gota de sudor frío que, imagino, recorre la sien del diestro cuando despacito y muleta en mano izquierda se dirige contoneándose hacia el animal para practicarle arte, si se deja. En los libros se explica el toreo, en la arena poco de todo eso vale porque ahí salpica la roja sangre del bicho, su negro olor a muerte, su agitada respiración, la anchura entre pitones donde cabe una cama, la dama de ojazos del tenido uno embutida en rojo granate, el aire y, sobre todo, el miedo a todo eso, a uno mismo, a la negra señora de la guadaña, al fracaso. Torear desde el graderío ha sido siempre muy español y, de todos en la lista, el primero me pongo tras un año que termina para este jardín nuestro.
La raza. Al igual que ese noble arte tan español, la política, que para bien o para mal centra este espacio, tiene mucho de todo eso. Verla desde la grada es una cosa, padecerla –o disfrutarla, según el caso- desde el despacho público resulta otra bien distinta. Definiéndola, “la política es una actividad orientada en forma ideológica a la toma de decisiones de un grupo para alcanzar ciertos objetivos”, dice Wikipedia, aunque analizado el entorno casi me quedo con la receta de Marx, Groucho: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. También es cierto que no me imagino a Groucho ejerciendo el noble oficio de lo público.
Me centro, de ser posible. Si parto de la idea de que hoy en día prácticamente no existe el debate ideológico porque la diferencia de ser de izquierdas o de derechas en realidad está en cuatro cosas y de hecho se puede votar al PP y practicar sexo en un lavabo antes, incluso, de casarse, o hacerlo al PSOE y tener dudas sobre el aborto, o a IU y creer a ratos en Dios, o al PA y estar dispuesto a viajar en vacaciones a Barcelona, solo nos quedan las personas, que por diferentes matices se agrupan en formaciones que se disputan el escaso poder político que queda tras Europa, Merkel y su cansina prima de riesgo. ¿Tiene sentido que UGT en Andalucía use la reforma laboral de Rajoy para despedir a 28 trabajadores suyos? Pues hecho está, y la foto de pancartas de UGT frente a la sede de UGT protestando por los despidos en UGT, yo creo, es de locos. La CEA igual pensó unirse a los manifestantes.
Por tanto, y desde mi punto de vista, el principal valor por encima de sigla que distingue a un político es su raza, que mucho tiene que ver con ese don aglutinador, escaso y perseguido que es el liderazgo, y, por añadidura, la inteligencia bien empleada, que es cuando le lleva a rodearse de un equipo de eficaces e incluso en defensa de los ciudadanos que le han votado es capaz de rodear la disciplina de su propio partido. Eso el ciudadano lo percibe, lo vota, entre otras razones porque lo que más pesa en la decisión ante urnas es la papeleta que irradia liderazgo, raza, cercanía con la calle, transparencia, crédito. Aquellos que no dejan indiferente a nadie, amados u odiados, pero no perfiles planos. Desgraciadamente, la política actual, en mi humilde opinión, ofrece pocos perfiles con carisma y muchos de mensaje neutro, e igual que la vida misma está en un proceso de vertiginoso cambio los que hacen política deberían meditar profundamente el cambio al que están obligados a someterse y que será lo único que frene el peligroso descrédito actual. Que es enorme y que deriva en un voto de castigo que es quien quita y pone gobiernos.
Como muestra, el sondeo del IESA, que dice que hoy el PSOE-A mantiene el resultado del 25M con un respaldo del 39,2%, mientras que el PP de Zoido –liderazgo débil- cae al 30,7% y pierde 9,7 puntos. Y sigue creciendo IU -4,8 puntos más que en las últimas autonómicas- sin despeinarse, solo recoge lo que a otros se les cae. ¿Pierde PP y gana IU? La crisis debe tener locos a los analistas de opinión pública, intuyo. Y en Cádiz, lo mismo, el PSOE adelanta en casi nueve puntos, según esta encuesta, al PP, consecuencia de la política de Rajoy y del hecho, no debe olvidarlo, de que el PP tiene mucho voto prestado y los préstamos siempre tienden a volver a la cuenta de origen.
Las listas. Me gusta la idea de Montoro de hacer pública una lista que refleje a defraudadores y morosos, algo que desde hace lustros hacen las comunidades de vecinos cuando en sus reuniones reflejan las viviendas con recibos pendientes de la comunidad. Ha debido de copiarlo, porque el fondo es el mismo. Pero, ya puestos, que no se quede ahí, que tire de listas y financie una web por la transparencia donde todo lo público quede reflejado: sueldos, patrimonio, aportaciones a partidos, a sindicatos, a colectivos, todo sin que sea necesario hacer un máster en economía para entenderlo. Clarito.
Corrida en Sanlúcar. Siguiendo el símil de hoy, traslado al ruedo sanluqueño la actualidad política de la provincia en base a los enfrentamientos que últimamente mantiene su alcaldesa, Irene García, con parte de la humanidad. No toda, pero parte. El último, con el Subdelegado del Gobierno, Javier de Torre, que le pide “se centre” en la lucha de alejar a sus vecinos del narcotráfico por el robo de unos fardos de hachís aparecidos en la costa. Y, claro, la García ha embestido con todo “alucinada” al considerar que se tacha de delincuente a todo sanluqueño, que es mucho decir, que imagino De Torre no pretendía, que seguro es fruto de esa estrategia política de machacar al adversario en su terreno, pero que globaliza y eso, en Sanlúcar o en Zambia, es un error de bulto. Y mientras, el PP de allí entretenido con las dos candidaturas que optan a la presidencia del congreso local y de cuyo resultado dependen muchas cosas, tantas como la próxima candidatura que a las municipales presenten y que este domingo se debatirá en asamblea para que sea Marmolejo o, tal vez, otro Rodríguez. Como suena. Igual hasta Pedro Gómez vuelve de Cuba, guayabera de lino y cohiba humeante por los aledaños de palacio. Qué cosas. Sanlúcar siempre dio muy buenas tardes de corridas y toros y, conste, no soy objetivo con ella: me atrapó una mañana de sol y manzanilla en rama en la plaza de Cabildo y hasta hoy.
El volapié. Consiste en llamar al toro con la muleta baja para que humille lo suficiente y así clavarle la espada en la cruceta. Es el último engaño de la lidia. Algo así han hecho los técnicos en la ATMJ del Ayuntamiento de Jerez en su última asamblea con la directiva, en este caso, humillada y saliente, que deja paso a otra para nueva preocupación de García Pelayo, alcaldesa. Más leña a esa hoguera llamada Jerez, mi tierra, que estos días canta porque es Navidad aunque a casi nadie se lo parezca.