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Desde la Bahía

Dos de Mayo

Es hora de saber que lo primero es salvar nuestra Patria, después nuestro honor y tras ello dictar la Carta Magna de convivencia y respetarla sin condiciones.

Las efemérides se han puesto de moda. Ya no queda día libre, desnudo de celebración. Pero como ocurre siempre, en la abundancia, como si se tratara de un "marsal excluyente", siempre hay hechos que se dejan resbalar por el plano inclinado del silencio, hacia el vacío mas absoluto, en algunas condiciones porque  su argumento comienza a ser "políticamente incorrecto".

Hemos exagerado hasta el límite, el recuerdo de la Constitución que vio la luz en Cádiz tras su gestación en los cerebros de nuestros representantes en aquel tiempo de la Junta Central y hemos alardeado de la impronta que en ella tuvo la participación isleña. Pero el martes es una fecha muy señalada en la vida histórica de nuestra nación y de todos los pueblos de España.

Ese día, dos de mayo de 1808, un pueblo hasta entonces dormido, pasivo ante la presencia de los franceses, sin saber exactamente lo que estos vecinos querían hacer de nosotros y con una representación gubernamental rendida al mito que el poder, su máximo dirigente Bonaparte, y los ejércitos que le acompañaban habían conseguido en los campos de batalla, fariseaban y se dejaban moldear, sin resistencia y sin honor.

El dos de Mayo comenzó un mes antes el 18 de abril de 1808, en Burgos, de forma casi semejante.  El Rey a su paso hacia Bayona por la capital burgalense, no atendió a los sabios consejos que se le dieron para que no acudiera a esa cita. Un guardia de Corps o similar que transportaba correo gubernamental  fue agredido y despojado de los documentos que transportaba. No había respeto alguno por parte del francés. Las quejas al Marqués de la Granja, caían en saco roto. En el Palacio Arzobispal y rodeado de franceses, se creía fuerte. Llegó la insurrección y la guardia francesa acabó a tiros con ella en un tiempo desgarradamente breve. Manuel de la Torre, Nicolás Gutierrez, Tomás Gredilla, perdieron su vida y comenzaban a salvar la dignidad de la Patria.

El día dos de mayo el cerrajero José Blas Molina, daba el grito de ¡traición¡ Daoiz, era el comandante al mando del Parque de Artilleria de Monteleón. Tenia 41 años. Velarde, secretario de la Junta Superior económica del Arma de Artillería, solo contaba 28 años. Ruis, era teniente en aquel tiempo. Y con él la representación gallarda del pueblo de Madrid. En dos horas y media acabaron sus vidas y además de modo traicionero, muy propio de invasores.

En Utrera una mujer esperaba, en la primavera de su vida, a un capitán que le prometió amor y unión conyugal y tuvo que contentarse con ser consagrada en Sevilla por el Cardenal/Arzobispo que le impuso el velo que la consagraba al servicio de su Convento y Dios.

De aquí, hasta la batalla de Arapiles o Vitoria y finalmente la expulsión del francés, España se llena de héroes y pinta su suelo de rojo escarlata. Las madres como decía el poeta gritan al hijo que se va: Ya que la patria lo quiere/ lánzate al combate y muere/ tu madre te vengará. Y también hubo alguna voz que en Cadiz alertó, que mientras allí se discutía, a veces de temas totalmente absurdos para el momento que se vivía, las vidas perdidas se contaban por miles.

No fueron los ríos de tinta desparramados graficamente sobre el papel, los que consiguieron reconquistar el país, ni la segunda Constitución española, la de Cadiz (tras la Carta de Bayona), sino esa lava roja cubriendo día a día los caminos e impidiendo con su fuerza cualquier retroceso o retirada, la que hizo posible se pudiera construir el pedestal donde nuestra Carta Magna pudiera enaltecer y evolucionar y un alcalde, ejemplo de políticos, Andrés Diego Torrejón, en unión con el Alcalde ordinario por el Estado General, Simón Hernández quienes firmaron el Bando por la Independencia que redactó Juan Perez Villamil.

Es hora de saber que lo primero es salvar nuestra Patria, después nuestro honor y tras ello dictar la Carta Magna de convivencia y respetarla sin condiciones, para que no se vea, como ahora empieza a ocurrir en el anómalo trance de no ser reconocída, por parte del territorio de la nación y no se sepa como explicar esto en las escuelas.

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