Es posible que seamos más un puzle, que un conglomerado único. Quizás no tengamos nada que envidiarle al río Caño Cristales o río de los siete colores colombiano. Cada vez es más probable que algunas de las piezas del “rompecabezas” puedan perderse y con lo que quede hacer irreconocible aquella preciosa imagen, que tanto nos ilusionó. Sin estudio y experiencia, cualquier río que veamos por primera vez nos parecerá un océano, cualquier loma un Everest, cualquier “becerro de oro” un dios y Dios una inexactitud.
El alma es aquello que la muerte separa del cuerpo y pone su navegador rumbo a lo celestial e infinito. El español, por término medio, es un ser de alma blanda que se deja hender por las más variopintas influencias del exterior. La pereza en él es el soplo que apaga la luz de los sentidos. No es que no sea trabajador, que lo es y mucho, sino que muestra una desidia sectorial, en lo que se refiere a conocer sin fanatismo de base, lo conveniente y verdadero para una existencia lo más sólida y fraternal, dentro de su comunidad o nación. Solo en la segunda etapa de su vida es cuando aquella comienza a endurecerse. Ya hay pasos que no dejan huella en su suelo y procura conservar su asfalto y sus baldosas, ante los que quieren quebrarla, agrietarla o destruirla con sus botas de “acero demagógico”.
Creo que somos dualistas. Hay un YO personal que piensa, actúa y decide y una conciencia, el otro YO, que enjuicia y recrimina lo realizado. Esta última tiene en la almohada su mejor colaborador, pero en este país hay demasiadas camas sin cabezal.
No debería haber ocurrido, no debe volver a ocurrir, pero va a ser. La sociedad civil debe de tener los suficientes resortes para poder cercenar, de pleno, los caprichos y pataletas de una persona que, aunque ostente en ese momento el poder, no sabe perder y, por lo tanto, no está capacitado, ni ha alcanzado el nivel de méritos que se precisa para ganar. El ejemplo se ha vivido y lo han sufrido trabajadores de todo tipo, que han visto interrumpidas y dinamitadas sus merecidas vacaciones ante el “narcisismo” que no admite comentarios de derrota y que piensa que por un hombre debe sacrificarse y alterar su descanso todo un país. No hubo espera y las elecciones se convocaron en pleno mes de estío, cuando la sombra se revaloriza y al ser humano, como si fuera el aspa de un ventilador, lo movilizaron con el objeto de dar frescura al sonrojo de una derrota.
Las urnas no le dieron la razón al convocante. Nueva pérdida. No se consiguió ser el más querido al enumerar las cuartillas votantes, pero el milagro que siempre es algo inexplicable, tiene en ocasiones como sinónimo la suerte y la suerte influye en los juegos. El “juego político” no iba a ser una excepción.
Siete grupos (PSOE, SUMAR, ECR. JUNTS, BILDU, PNV, BNG) con colores muy diferentes como le ocurre al río Caño Cristales se reúnen para dar cauce y forma a la corriente de agua, cuyo delta acabará en el mar del poder. Las ayudas son lícitas, aunque hay que agradecerlas. La democracia afirma la validez de estas uniones, que quedan dentro del marco legal. Lo que ocurre es que en este país intervienen demasiadas barajas en los juegos y hay más cartas marcadas que libres de manchas y la amalgama de colores queriendo cada uno sobresalir y ocupar la mayor extensión posible en el lienzo, acaba dando un tono gris oscuro, como el que aparece en la atmósfera previamente a la presencia de aguas anegadoras. Por eso aparece el calificativo de Frankenstein (y vamos por el dos), porque este ser fue creado a partir de partes diferentes de seres ya sin vida, pero que se la otorga su creador. Los gobiernos a veces los crean seres humanos demasiado vivos.
En estos días ciudadanos de “alma blanda” y simple candidez viven la tristeza del ganador, a la que han contribuido claramente, por mor de su inocencia, inexperiencia o pereza. Un jurado (Junta electoral) de indumentaria democrática le ha arrebatado el trofeo merced a una ley absurda en su base, que muestra indiferencia ante él mas votado. La huella que produce esa aflicción de ser ganador/perdedor tiene caracteres de herida y sentimiento de dolor, pero debe dar la resiliencia necesaria para estar muy alerta en la próxima jauría de mítines insultantes, promesas fraudulentas, uniones y abrazos que la “papeleta del voto” poco acariciada por el sentido común, permite, Un edificio con muchos apoyos, es propio de un deficiente arquitecto. Para conseguir un templo donde haya cabida para todos se precisa cambiar de constructor.