Una de las cualidades principales que tenemos los que por costumbre, sana o lo contrario, hacemos Cádiz, provincia, es esa innata cualidad de mirarnos el ombligo ante lo buenos que somos, ensalzar las excelsas cualidades geográficas que nos rodean, las múltiples posibilidades que con ellas podríamos alcanzar, la envidia general que tienen todos aquellos que nos miran desde el otro lado de nuestras fronteras y, en general, la fortuna que nos rodea porque lo tenemos todo: carnaval –el mejor-, feria –la mejor-, playas –ni que decir tiene…-, sierra para aburrirse, Gibraltar, español, puerta hacia abajo con África, puerta hacia arriba con Europa, uno de los mayores puertos del mundo, bahía y todo eso, base naval con próximo escudo antimisiles incluida y, con ella, mucho yankee para darle colorido al terreno, Doñana al frente y hasta un río Guadalquivir, cuya cuenca hidrográfica pasa por las ocho provincias andaluzas y es el quinto con mayor longitud del país, que decidió buscar sendero hasta encontrar este mar de Cádiz para fundir su muerte en él. Todo. Y lo percibes en su justa dimensión cuando sales y ves otras provincias, pongamos andaluzas, con mucho menos que ofrecer, mucho, de lo que aquí tenemos, de hecho, tanto en Andalucía como fuera, cuando nombras Cádiz enciendes, normalmente, el brillo de envidia en la mirada: a todos les gusta Cádiz. Así es.
8.45, jueves 31: Ave a Madrid. Fitur. Como a Cádiz no llega el AVE e, intuyo, tardará lo suyo, hay que irse hasta Santa Justa, previo pago (7,15 euros) en la AP-4: no tenemos AVE –no se puede tener todo- pero sí peaje. La obra de enlace del tren de alta velocidad a Huelva, cuya autovía no requiere de tarjetas de crédito, está muy avanzada. En breve, puede ser, nuestros alcaldes se hagan fotos bonitas en torno a una plataforma estratégica para eliminar el peaje y que nos traigan infraestructuras, como el AVE. Sigo. Este año en Fitur, por primera vez, todos los municipios acuden juntos a Ifema y lo hacen, me da, no porque estén de acuerdo en su conveniencia o en la de vender un mensaje común, más bien, parece, porque la tesorería local no está para dispendios y ante el frío es mejor juntarse. En la jornada inaugural se despiezó un atún de almadraba de 220 kilos en el estand de la provincia ante el embajador de Japón, un tal Satoru Satoh, representante de ese pueblo que por tradición ha comprado nuestros atunes para hacer sushi –me encanta-; lástima que con un producto tan exclusivo como el que ofrece este animal, que viaja desde el mar del norte de Europa durante más de 3.000 kilómetros para desovar en el mediterráneo y que cuando en mayo cruza el estrecho cae en las redes de las almadrabas, no hayamos sido capaces en esta provincia de consolidar industrias conserveras solventes que lo importen al mundo con nuestro sello. Tenemos de todo, industrias no.
Andalucía sigue donde siempre, aunque echa en falta muchos rostros habituales los últimos años y que la crisis ha barrido de Ifema. El mensaje, con matices, viene a ser parecido, me pregunto a mí mismo que siendo una Feria Internacional del Turismo falte al origen de su esencia siendo inmóvil: siempre Madrid, ¿por qué no un año Bilbao, otro Valencia, otro Cádiz y llevar a estas ciudades todo lo que ella mueve? Fitur en carnavales, ¿se imaginan? Teo comanda una expedición de Cádiz que abandera Loaiza, presidente de Diputación y del Patronato y que ha movilizado a los principales alcaldes de la provincia para que acudan allí a promocionar; no hay mucha gente, la verdad, aunque cada uno lanza su mensaje: presencia masiva de PP, el PSOE solo presenta Sanlúcar a través de su secretaria provincial y alcaldesa, antes pasó por allí Susana Díaz, consejera de presidencia. Poco más.
Pacto por Cádiz. Sobre las once de la mañana del viernes 11 se reunían, por fin, Antonio Sanz (PP) e Irene García (PSOE) con la provincia de Cádiz como objetivo y una idea, de Sanz, de establecer una especie de lista de asuntos de interés y buscar aquellos, primero, en los que estuviesen de acuerdo para que uno lo defendiera en Madrid y otro en Sevilla, haciéndolos públicos conjuntamente, y apartar aquellos en que no hasta llegar, de ser posible, a algún tipo de consenso, pero en todo caso no hacer de ellos un motivo de enfrentamiento público en la idea de trasladar a la opinión pública que para sus políticos lo primero es la defensa de sus intereses por encima de cuestiones partidistas. Muy razonable. Tanto que incluso a buena parte del PSOE convenció. Menos en el segundo encuentro, quizás. Varios días después, el PP fuerte, Teo, Pelayo, Landaluce y Loaiza, se hacen una bonita foto, tipo Feliz Navidad y eso, para anunciar la creación de una plataforma estratégica sobre la marca de Cádiz como Sur de Europa, impulsada por el PP, con lo cual los demás comienzan a sentirse al margen de la idea y, por tanto, a desmarcarse de la misma, tanto que el PSOE de García invita al PP a que venda menos humo, insinúa, y dote presupuestariamente la conexión ferroviaria Algeciras-Bobadilla y el corredor del Mediterráneo que dependen de Fomento, ya que la “zona logística del Campo de Gibraltar está ultimada”, afirma, al tiempo que recuerda que esa misma plataforma logística la planteó Chaves hace siete años. En fin, ya estamos en lo mismo.
Sushi. Deriva de Su, que significa vinagre y su origen se remonta a cuando era necesario preservar el pescado crudo entre capas de sal y arroz, presionado por piedras pesadas, hasta que el pescado fermentado se consideraba apto para consumir. Hay muchos tipos de sushi. Puede hacerse con vegetales, langostinos, pulpo cocido o pescado crudo como atún, mero, rodaballo, dorada, lenguado... Se hace una bola de arroz hervido frío o templado, cuya forma debe parecerse a una croqueta, de unos cuatro centímetros de longitud por dos de diámetro, sobre el que se pone un poco de wasabi, que es una salsa de rábano picante verde, y se remata con una loncha de pescado y se puede cerrar con una tira de alga de mar. El secreto es la combinación perfecta de todos los elementos para que, en su justa media, provoque una explosión de sabor en el paladar que sea perfecta, ya que si un elemento se sobrepone a otro destroza la delicadeza de un bocado que, pese a su pequeño tamaño, reúne la esencia milenaria de un pueblo como el japonés, paciente, metódico, trabajador, que ha sabido reponerse a muchos desastres y que un día probó el atún de almadraba y hoy se lo lleva todo y allí lo vende muy caro, carísimo.
En Cádiz siempre hemos tenido todos los productos adecuados para ofrecer el bocado perfecto, pero nos ha faltado arte en cocina, método y estrategia para hacer del turismo y el ocio la gran industria gaditana y la única que a día de hoy es garante de solvencia futura. No basta con ir a Fitur y contar lo bonito que es el pueblo de cada uno, deben, debemos concienciarnos y hacerlo en serio que es nuestro principal valor y que es realmente tan bueno que no caben partidismos y sí apuestas firmes y unión, en todo pero sobre todo en esto. Porque a todo el mundo le gusta Cádiz, ¿cuánto vale eso?