Que su tipo es de santeros queda claro en la presentación, pues lo repiten unas 400 veces. Se definen como andaluces de sangre gitana, curanderos en su carromato. La cuidada puesta en escena enmascara la debilidad de un grupo al que se le ven las costuras cuando las coplas toman fuerza. Si dramático es el primer pasodoble, para una mujer que cuida de una persona mayor y dependiente, aún más lo es el segundo, la carta de despedida de un niño al que acosan en el colegio. Acogidos con silencio los cuplés, para los tapones de las botellas y para el debate entre izquierda y derecha. Santero, que salga lo malo y entre lo bueno.
Lo mejor La puesta en escena y los detalles del tipo, bastante cuidados
Lo peor El mal cuerpo que nos han dejado con los pasodobles, sobre todo el segundo