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Torremolinos

Romería y Feria de Torremolinos (2)

Torremolinos no es sólo turismo, fiesta, deportes, playa y sol. Es también arte, cultura, crisol de civilizaciones. En estas crónicas, Jesús Antonio San Martín, desarrolla lo más representativo del ayer y el hoy de Torremolinos.

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Si merecido prestigio ha ganado la Romería de Torremolinos -considerada como la primera romería urbana de España y como la segunda en afluencia después de la del Rocío-, su Feria de San Miguel, con un permanente y nítido recinto de primer orden, ha protagonizado una suerte paralela. La de Torremolinos se conceptúa ya como la segunda feria de la provincia, tras la de Málaga. El recinto ferial de Torremolinos, con los imprescindibles y bellos anexos de la Villa Deportiva, el Auditórium Municipal y la Plaza de Toros, entre otros, es verdaderamente un pequeño y atractivo pueblo dentro de la gran ciudad turística. De los inicios de la Feria de Torremolinos, carecemos de documentación. La primera referencia escrita parte del año 1917, en que el periódico El Regional publica el programa de las Fiestas de San Miguel de Torremolinos, aunque es evidente que la feria venía celebrándose desde mucho tiempo atrás.
En enero de 1801 Torremolinos se independizó del municipio de Churriana. Aunque las fiestas de Churriana se celebraban bajo los auspicios de San Antón, probablemente en la barriada de Torremolinos las fiestas y su consiguiente feria se celebraban a finales de septiembre, bajo el patronazgo de San Miguel Arcángel, como puede desprenderse del hecho de que existiera en el lugar una ermita dedicada a San Miguel. En el archivo de la catedral de Málaga existe un documento del año 1777 en el que se habla de la "ermita del señor San Miguel en Torre Molino". Es razonable suponer, pues, que las fiestas del pueblo torremolinense se celebrasen desde antaño en honor de San Miguel, incluso probablemente desde poco después de que los Reyes Católicos conquistaron las tierras malagueñas a finales del siglo XV.
Se desconoce el origen de la feria de Torremolinos. En las poblaciones ganaderas las ferias nacieron como consecuencia del trueque o compraventa de animales domésticos, haciendo coincidir los días feriados con la festividad del patrón del pueblo, aprovechando que en tales fechas los vecinos solían descansar de sus labores. Que sepamos, Torremolinos jamás fue pueblo ganadero, excepción hecha de algunas vacas y ovejas diseminadas acá y allá. Sí, en cambio, fue pueblo hortelano, pescador y, sobre todo, molinero. No es probable, pues, que el origen de su feria estuviera en el comercio de ganado.
Antes de la existencia del cristianismo, muchos pueblos de la antigüedad celebraban fiestas de la cosecha en honor de sus dioses y diosas a finales de septiembre. En la península ibérica se veneraba de singular manera a Lug y a su manifestación femenina Lusina. El culto a estas divinidades se tributaba especialmente en las alturas, sobre cualquier elevación, fuera monte o pequeña colina, tanto en el interior como en el litoral. Debido a que los antiguos rituales a los dioses de los lugares altos no habían desaparecido entre las gentes, a finales del siglo V la Iglesia Católica los sustituyó por el culto a San Miguel Arcángel, transfiriendo a éste los atributos de los antiguos dioses. San Miguel, pues, se fijó como santo patrón de las alturas. Por esa razón sus ermitas y santuarios se erigen habitualmente en lugares elevados. Tal es el caso de Torremolinos, donde la antigua ermita, levantada hacia 1718, fue sustituída en 1896 por la actual iglesia de San Miguel, la cual se eleva sobre el antiguo acantilado, un promontorio de unos cuarenta metros de altitud, al final de la popular calle que lleva el nombre del santo patrono del pueblo.
No pudo ser casual que los habitantes del lugar de la Torre de los Molinos adoptaran a san Miguel Arcángel como su patrón. Debido a las incursiones que periódicamente hacían las naves sarracenas, con el consiguiente saqueo del enclave y el rapto de personas que después eran vendidas en los mercados de esclavos, los lugareños no pudieron por menos que pensar en encomendarse al santo más fuerte y no hallaron otro de más singulares características que el arcángel Miguel, que estaba en fortaleza por encima de todos los demás santos, dado que se le consideraba el jefe o comandante de las huestes celestiales. En ello estaban los torremolinenses de acuerdo con la tradición judía, que entiende que Miguel fue el ángel supremo que protegió y guió en el desierto a los israelitas liberados de Egipto.
Ya san Miguel Arcángel patrón del lugar de la Torre de los Molinos, el pueblo devoto le erigió su pequeño santuario sobre el acantilado, junto al bastión oteador y defensivo que dio nombre al pueblo. Aquel, como éste, vigilaba el mar; y es que las gentes se sentirían más seguras con un san Miguel vigilante y defensor que con la propia torre. Paralelamente, puesto que la Iglesia había establecido la fiesta migueleña el 29 de septiembre, los de la Torre de los Molinos le dedicaron a san Miguel las antiguas fiestas de la cosecha. Y las fiestas significan regocijo popular. Patente es, pues, que la feria y fiesta madre de Torremolinos nació el día en que por vez primera el pueblo, buscando amparo, en una no tan lejana noche de los tiempos, se acogió a la devoción del que nombró su permanente y protector patrón: san Miguel Arcángel.

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