Lo tengo claro, para que me quieran como algunos quieren a Barbate, mejor que me odien

Publicado: 21/07/2023
Autor

Younes Nachett

Younes Nachett es pobre de nacimiento y casi seguro también pobre a la hora de morir. Sin nacionalidad fija y sin firma oficial

Sin Diazepam

Adicto hasta al azafrán, palabrería sin anestesia, supero el 'mono' sin un mísero diazepam, aunque sueño con ansiolíticos

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Miren esta fotito… y sí, el ayuntamiento, los políticos, los de ahora y los de antes, son culpables… pero nosotros también somos responsables
Indignado. Ya sé que soy muy pesado, pero es que el tema de la basura me saca de mis casillas. Estoy hasta los mismísimos ovarios de las excusas, de echarse las culpas los unos a los otros, y sobre todo de la falta de autocrítica de los ciudadanos, de los vecinos y vecinas de este nuestro queridísimo pueblo. Un pueblo, Barbate, del que se supone estamos todos enamorados. Un pueblo que tiene un himno (maravilloso) con mucho Barbate te quiero, te quiero. Un pueblo que defendemos a capa y espada en redes o en la barra de un bar. Un pueblo chovinista como pocos. Y es que se nos llena la boca cada vez que hablamos de Barbate pero en realidad lo tratamos como si nos importase un carajo, como si nos importase una mierda. A veces pienso que para que me quieran como algunos quieren a este pueblo, mejor que me odien. Tenemos una forma de querer al pueblo un poco extraña, por no decir muy cabrona.

Golpes en el pecho no nos faltan. Letras de Carnaval, tampoco. Políticos que dicen que se dejarán la piel por Barbate, incluso sobran. Ahí los tienes, si no me creen. Lanzándose pullas los unos a los otros cuando aún están calientes las urnas. El uno por el otro, pero eso sí, la casa sin barrer. Porque no me vengan con milongas, a los falsos profetas me los paso por el forro del pantalón. El que más y el que menos es responsable de la situación. Joder, es que ahora que ha pasado la Feria del Carmen, todavía hay quien recuerda con nostalgia aquellos años ochenta cuando venían grandes artistas, había luces por doquier y una caseta municipal enorme como el ego camuflado en hipocresía de algunos. Pues de aquellos polvos, vienen estos lodos. Las casas no se construyen por el tejado. Mucho Nino Bravo en el Parque Infanta Elena (que no vino gratis) y ahora no tenemos ni para las ruedas de un camión de limpieza. Pero tampoco vale que los actuales políticos se remitan a esos polvos, porque los lodos son tan suyos que deberían ceñirse a gestionar sin mirar atrás. Y si no pueden, pues a galeras a remar… que entre una puta gestora y ponga orden entre tanto desorden… caiga quien caiga, como si al final hay que derribar el Ayuntamiento y hacer uno nuevo, más chiquitito, en El Zapal. Y si se apunta a los trabajadores, al personal municipal, pues que se diga alto y claro. De lo contrario, que callen y se arremanguen con lo que hay.

Dicho esto, no se crea el lector o la lectora que mi indignación no le alcanza, que mi desesperación no le apunta. Somos guarros… no todos, pero sí los suficientes como para que haya días que me avergüence lo fácil que nos resulta maltratar el pueblo en el que vivimos. Lo fácil que nos resulta ensuciar las calles en las que criamos a nuestros hijos, las calles por las que pasean nuestras abuelas. Cuando dejamos una mierda de perro, cuando tiramos una lata, cuando lanzamos un paquete de tabaco vacío desde la ventanilla del coche o el envoltorio de un bocadillo, que lo sepan ustedes, estamos escupiendo a la cara de nuestros hijos y de nuestras abuelas. ¡Qué fuerte!, ¿no? Pues no, ojalá estas palabras se nos clavaran en la conciencia y se las claváramos en la conciencia de nuestros vecinos y vecinas. Cada vez que cometemos esos actos incívicos, nos meamos en nuestras propias familias y seres queridos. Así de duro, así de simple.

Indignado. Mi trozo de playa es enfrente del Europa… debajo de las porterías suelen ponerse mogollón de chavalitos y chavalitas a pelar la pava o mirar el móvil. Cuando se levantan, cuando abandonan, cual gaviotas, sus posiciones… dejan tras de sí un manto de mierda, de plástico, de papeles, de latas… Nadie les dice nada (“es que si les dices algo encima se te encaran”, se excusan y con razón algunos vecinos)… ¿Y sus padres? ¿Y sus madres? Pues en muchas ocasiones están al lado haciendo lo mismo, sin pelar la pava pero mirando el móvil y dejando tras de sí otro manto de mierda.

¿Y la policía o los que sean responsables de vigilar la playa?  Pues, y que me perdonen, más centrada en que nadie juegue a la pelotita… lo cual está bien, pero qué cojones, prefiero a un niño molesto con una raqueta que tener que soportar esa visión del manto de mierda. Quillo, multa al canto. Y a tomar por culo… El miércoles, sobre las nueve de la noche, con la marea baja, a mí me dan un blog de multas y a las diez tengo que volver a Jefatura a por otro nuevo. Eso solo en la playa, si me doy un paseo por el pueblo… ¡joder! En un mes, gracias a las multas, os construyo con el dinero recaudado, el hotel del puerto (con su fantasma dentro) y me sobra para ponerles un ojo de cristal a todos los tuertos y gafas de visión futura a todos los ciegos que pululan y han pululado por nuestro ayuntamiento.

Miren esta fotito… y sí, el ayuntamiento, los políticos, los de ahora y los de antes, son culpables… pero nosotros también somos responsables. Un contenedor y al lado una saca enorme de escombros y junto a la misma, en el suelo, más escombros y más mierda. La imagen es del miércoles también, por la mañana, antes de ir a la playa. Y sí, esos contenedores están muy cerca de la entrada a nuestro pueblo, ese al que por mucho que se diga, lo queremos, pero lo queremos muy mal. Es casi lo primero que ve el turista. Escupir a nuestra abuela está feo y eso es lo que hacemos dejando nuestra mierda en el suelo (y si ella, nuestra abuelita, la pisa pues ya saben, somos los responsables de que se parta la cadera y el cuello… así que menos decirle te quiero y más demostrarle que la queremos, a ella y a nuestro pueblo).

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