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Sábado 27/04/2024  

Sin Diazepam

La parábola del submarino y el Titanic: Miles de personas mueren en silencio y sin nombre

Mueren miles de personas y se impone el silencio y el anonimato. Fallecen cinco en un submarino junto al Titanic y hablan y hablan y ya sabemos sus nombres.

Publicado: 23/06/2023 ·
07:15
· Actualizado: 23/06/2023 · 07:15
  • Imagen del submarino... Perdón, imagen del pesquero... -
Autor

Younes Nachett

Younes Nachett es pobre de nacimiento y casi seguro también pobre a la hora de morir. Sin nacionalidad fija y sin firma oficial

Sin Diazepam

Adicto hasta al azafrán, palabrería sin anestesia, supero el 'mono' sin un mísero diazepam, aunque sueño con ansiolíticos

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  • Y es el silencio, nuestro silencio, su silencio, el que permite que nuestros ojos se centren en cinco personas y no en las otras miles
  • Pero no le den muchas vueltas, no se coman la cabeza… Hamish Harding, Stockton Rush, Paul-Henri Nargeolet, Suleman Dawood y Shahzada eran ricos
  • No le den más vueltas, no se coman el coco… Quienes perdieron la vida en Grecia, o en Canarias, o en Estrecho, eran pobres. Sin nombres

La tragedia griega “es un género dramático que consiste en la representación de una acción seria y cuya gravedad invita a liberar los sentimientos de compasión y horror en el espectador”.

Pero voy un poquito más allá. Permítanme este desahogo. Que no me jodan hablando de izquierdas y de derechas… aquí gobierna PSOE y Podemos y en 2022 murieron intentando llegar a España al menos 2.390 personas. No me jodan, pero quienes nos gobiernan son simples títeres que se dejan gobernar por quie

Hace apenas una semana, un barco pesquero de treinta metros de eslora y con alrededor de 750 personas hacinadas a bordo, partía de las costas de Egipto con destino a Italia. La salinidad mediterránea  maridada con la hospitalidad europea ahogó el sueño de la mayoría de ellas al naufragar en aguas del mar Jónico, en el sur de Grecia. El balance de esa tragedia es de 106 personas rescatadas con vida, 82 cadáveres y más de quinientas desaparecidas.  En la embarcación viajaban decenas y decenas de niños…  Hoy, nueve días después, apenas se habla ya de ellos.

Entro en las ediciones digitales de los principales medios de comunicación. Me adentro en las redes sociales. Enciendo la tele… hablan y hablan de las labores de rescate pero no de estas quinientas personas desaparecidas. Hablan y hablan de cinco individuos que pagaron 250.000 dólares por montarse en un submarino para contemplar, de cerca, los restos del Titanic. Hablan y hablan sobre quiénes son esos cinco desaparecidos, cuánto pagaron, a qué profundidad se encuentran… hablan y hablan de las horas de oxígeno que disponían,  de unos “sonidos de golpes” que se habían percibido en la zona de búsqueda… hablan y hablan de la implosión, hablan y hablan porque al final han fallecido. Pero lo cierto es que hablan y hablan  para que el mundo calle y calle. Hablan para que se instaure el silencio. Hamish Harding, Stockton Rush, Paul-Henri Nargeolet, Suleman Dawood y su padre Shahzada Dawood son sus nombres.

Hablemos nosotros. ¿Seríamos capaces de dar los nombres de los supervivientes, de los fallecidos, de los desaparecidos del pesquero que naufragó frente a la costa griega?  ¿O del niño que ha fallecido y de la treintena de personas que han desaparecido al hundirse una lancha neumática localizada este martes a 150 kilómetros al sur de Gran Canaria? Sé que no.

Así que no me jodan, de veras. Ya sea usted ateo, ya crea en Cristo o en Mahoma, ya vote usted al PSOE, o a VOX, o al PP, o a Sumar, es imposible que no le angustie, que no le arañe el corazón, que no le desgarre el alma y las entrañas, que no despierte su compasión, saber que al menos 26.924 migrantes han muerto en el Mediterráneo desde 2014. Saber que el pasado año 1.784 seres humanos murieron en la ruta canaria; 464 en la ruta argelina; 75 en el mar de Alborán y 25 personas se dejaron la vida en el Estrecho de Gibraltar… ¿Sabemos sus nombres? Ni de coña sabemos sus nombres porque estamos inmersos en el muro de silencio que alzan los que hablan y hablan. Es, y lo digo con total sinceridad, una puta tragedia griega que ya tiene tintes de comedia del absurdo.

Pero voy un poquito más allá. Permítanme este desahogo. Que no me jodan hablando de izquierdas y de derechas… aquí gobierna PSOE y Podemos y en 2022 murieron intentando llegar a España al menos 2.390 personas. No me jodan, pero quienes nos gobiernan son simples títeres que se dejan gobernar por quienes tienen el poder del dinero, por los que tienen el poder de imponer al mundo a quién debemos nombrar y a quiénes debemos dejar morir en el anonimato. El poder de hacernos hablar y hablar para que impere el silencio.

Y es el silencio, nuestro silencio, su silencio, el que permite que nuestros ojos se centren en cinco personas y no en las otras miles. Es, querido lector, querida lectora, su silencio, es su alma angustiada, es su existencia vacía y vaciada, es su ira anestesiada, es su cerebro adormilado, es el egoísmo, la vanidad, la avaricia, la falta de autoestima, la ausencia de empatía… es su obsesión por llenar el depósito, por el agua caliente, es su mosqueo por el precio del aceite de oliva, es su terraplanismo de encefalograma plano, es su deseo de buscar culpables que le ayuden a sobrellevar su mierda de vida… es el silencio de los que vivís la vida como si ya estuvierais muertos.

Pero no le den muchas vueltas, no se coman la cabeza… Hamish Harding, Stockton Rush, Paul-Henri Nargeolet, Suleman Dawood y su padre Shahzada eran ricos, esa es la diferencia… Ellos formaban parte del reducido grupo de privilegiados capaces de soltar 250.000 euros para adentrarse en las profundidades del Atlántico, sacarse un ‘selfi’ y decir al día siguiente que vieron el óxido de los restos de una mierda de barco hundido hace más de un siglo. Por eso ocupan horas y horas en los medios de comunicación, por eso vemos sus fotos, por eso hablan y hablan de ellos. Hablan y hablan de ellos para que usted y yo sigamos en silencio.

No le den más vueltas, no se coman el coco… Quienes perdieron la vida en Grecia, o en Canarias, o en Estrecho, eran pobres. Sin nombres. Eran pobres que se jugaron la vida, que hipotecaron su futuro, que apostaron a todo o muerte, con el más que legítimo objetivo de cumplir un sueño: que sus hijos, o sus nietos, tengan un mañana y puedan llegar a pertenecer a ese reducido grupo de privilegiados del que todos hablan y hablan para que el resto calle y calle, para que el silencio envuelva hasta la última gota de ese atronador grito de esperanza. Pobres que prefieren morir ahogados bajo el mar y en silencio antes que permitir que este mundo, que esta sociedad, les siga robando el oxígeno que necesitan sus hijos para que al menos cuando éstos mueran, se les mencione por su nombre.

 

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