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Sevilla

Pudo ser y no fue

Sin los incidentes de la Madrugá, estaríamos hablando de una Semana Santa de Sevilla completa y espléndida pero todo se fue al traste por unos pocos

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Si pudiéramos aislar la Madrugada del conjunto completo de la Semana Santa, estas líneas tendrían otro tinte, otro sentido y estarían escritas de otra forma. Porque sin duda hablaríamos de una Semana Santa completa y espléndida, con todas las hermandades habiendo realizado sus estaciones de penitencia y un tiempo atmosférico que, aunque caluroso, echó a público y cofradías a las calles. Porque el calor, aunque produzca situaciones de malestar en muchos cuerpos de nazarenos, nunca ha sido un enemigo de la Semana Santa.

Hablaríamos de una Semana Santa en la que, salvo el Lunes Santo, se cumplieron fielmente los horarios en la mayoría de los días, notándose en muchos de ellos el esfuerzo de las hermandades en la Carrera Oficial para ajustarse a los minutos, donde los principios de solidaridad imperaron en muchos momentos.

Sí, hablaríamos de una Semana Santa de espléndidos exornos florales en muchos pasos, salvo excepciones. Y de música muy clásica y de buen nivel, también con las cuitas propias de algunas bandas de música que interpretan piezas de escasa calidad, pero, insisto, sólo en contadas ocasiones.

Una Semana Santa de estreno de una nueva Junta Superior del Consejo de Cofradías que le estaba saliendo a pedir de boca; de reminiscencias de un excelente Pregón en el Maestranza; de nuevamente un encomiable esfuerzo de los servicios públicos de la ciudad, donde Lipassam vuelve a aportar su trabajo para que la ciudad luzca sus calles mejor que nunca; donde los aforamientos quizás sean desmedidos en algunos puntos, pero que hay que comenzar a asumir para que no ocurran males mayores; y donde la presencia policial se ha hecho mucho más patente.

Pero llegó la Madrugada y todo se fue al traste. Y por culpa de unos pocos, de sólo unos pocos.

El público ya no es el mismo que en el año 2000. Los llamamientos a la calma y al “no pasa nada” se sucedieron en muchos lugares en los que las avalanchas destrozaron una noche que se presentaba como mágica. Fueron muchas las atenciones sanitarias que se llevaron a cabo, las oficiales y conocidas, a las que habría que sumar aquellas que no utilizaron los servicios de Cruz Roja. Muchos también los nazarenos que abandonaron los cortejos penitenciales -de forma naturalmente lógica, nada que reprochar- y que mermaron a las hermandades en los retornos a sus iglesias, especialmente a la Esperanza Macarena y la Esperanza de Triana. Y mucho público que tras el susto (o los sustos) decidió retirarse a sus casas y otros que no salieron por precaución o miedo después de enterarse del panorama que había.

Soluciones

Creo que es difícil encontrar la solución a una situación de este tipo. La presencia policial ha sido mucho mayor en las calles este año y los incidentes han estado ahí. El problema radica, como ya se ha dicho en otros medios de comunicación, en un tema de educación. Sí, así de simple.

Recuerden que el pasado mes de noviembre el Gran Poder llenó las calles. Y no pasó nada de nada.

Y si echamos la vista unos pocos años más atrás, la Macarena estuvo toda una noche del mes de mayo sola en la ciudad, cruzando desde el Parque de María Luisa hasta su basílica, y no hubo ni un solo incidente. ¿Por qué ahora sí?

Se trata, creo, de venir cargado de gamberrismo a echar la noche en el centro. De tomar la calle porque sí, sin respetar ni al resto de las personas ni, por supuesto, a lo que supone una procesión. Se trata de una falta de civismo absoluto.

Pero no debemos sacar conclusiones precipitadas de esto hasta que las autoridades concluyan la investigación: no me negarán que resulta realmente chocante y altamente sospechoso que todas las avalanchas se produjeran a la misma hora y en distintos sitios. No, esto no es un efecto dominó que se produce desde Reyes Católicos a la Encarnación o desde el Postigo a la Campana, porque es materialmente imposible. Ni tampoco una tremenda gamberrada de unos pocos en unos determinados sitios. Pienso, y ojalá me equivoque por el bien de todos, que en los incidentes de la Madrugada ha habido organización. Organización como la que el que suscribe hacía con sus amigos hace ya muchos años para planificar dónde ver cada una de las hermandades.

Ahora se quiere saber la verdad. Queremos saber qué ha pasado y quién lo ha provocado, si puede ser, con nombres y apellidos. Y, sobre todo, si obedece a algún tipo de ideología, religiosa o política, para saber a qué nos atenemos.

Lo de esta Madrugada no puede quedar en las conclusiones que nos “dieron” en el año 2000. Los que la hemos padecido merecemos una explicación, así como las hermandades. Y el Consejo de Cofradías, como institución representativa de todas ellas, debe enarbolar una bandera de fuerza. Sería una magnífica oportunidad que no deben desaprovechar. Les situaría en el lugar que merecen, que nunca tuvieron y que, a partir de ahora, no deben perder. 

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