El derecho al olvido oncológico, aprobado en junio de 2023, representa un hito en la lucha contra la discriminación hacia quienes han superado el cáncer. La normativa permite que las personas que hayan estado libres de recaídas durante cinco años no estén obligadas a declarar su enfermedad al solicitar seguros, productos financieros o trámites en torno al carnet de conducir, evitando así sobreprimas y exclusiones injustas. Sin embargo, en la práctica, las cicatrices invisibles del cáncer siguen marcando a muchos supervivientes.
Trini Vázquez lo sabe bien. Tras superar un cáncer de pelvis, su vida nunca volvió a ser igual. “Yo tuve cáncer de pelvis... A mí todas las pruebas que me tengan que hacer de la pelvis o del útero, no me las autorizan desde la aseguradora porque tuve cáncer, no me las cubren”, explica. La normativa asegura que, tras cinco años sin recaídas, los pacientes no deberían enfrentar discriminación en servicios médicos o financieros. Pero la realidad de Trini es diferente: “Tengo que demostrar, por ejemplo, cuando me van a hacer pruebas de riñón, que no tienen nada que ver con el cáncer, y entonces ya me las autorizan”.
El derecho al olvido oncológico promete acabar con la estigmatización. Sin embargo, para Trini, los prejuicios siguen presentes.“Yo pago más de 100 euros por mi seguro de salud, mientras que a otros les cuesta 70, porque tengo un recargo por haber tenido cáncer”, cuenta. Esta realidad no sólo afecta a Trini. Muchas personas que han superado un cáncer se enfrentan a sobreprimas en seguros médicos o de vida. “A las personas que han tenido cáncer les hacen el seguro, pero con una sobreprima y con exclusiones”, explica. Según la normativa, no es obligatorio declarar un cáncer superado hace más de cinco años, pero las compañías pueden pedir informes médicos que confirmen el alta definitiva.
El estigma asociado al cáncer lleva a algunos a tomar decisiones difíciles. “Todo el mundo lo ha hecho... mentir en el cuestionario de salud para evitar pagar la sobreprima”, confiesa Trini. Pero hacerlo supone un riesgo: “Si tienen la mala suerte de volver a tener un cáncer y la compañía se entera, no van a estar cubiertos”. La normativa actual prohíbe considerar agravación del riesgo una recaída oncológica tras contratar un seguro, pero si el paciente ocultó información al firmar, la aseguradora puede rescindir el contrato.
La frustración de ser sincera
Este dilema también se extiende a otros ámbitos, como la renovación del carnet de conducir. Antes del derecho al olvido oncológico, quienes habían superado un cáncer debían renovar su carnet cada tres o cinco años. Ahora, si cuentan con un informe médico favorable, pueden hacerlo según los plazos habituales de su edad. En este caso hablamos con Elena Guerra, que también sabe lo que es vivir bajo la sombra del cáncer. “Yo ya tenía en mi carnet de conducir el registro de que había sido paciente oncológica... como que te quedas señalada”.
Cuando fue a renovar su carnet de conducir tras la quimioterapia, completamente sana, se enfrentó a una burocracia que la marcó durante una década. “Por la quimio tenía el pelo súper corto, como si me hubiera rapado la cabeza. Fui a renovarme el carnet y, cuando me preguntaron si tenía alguna enfermedad, dije la verdad, que acababa de superar un cáncer... Y me dijeron que tenía que renovarlo cada tres años”, relata.
Lo que más le dolió a Elena no fue la molestia de ir a tráfico cada tres años, sino el hecho de ser honesta. “A mí lo que me llama la atención de este tipo de cosas es que, lógicamente, yo podía haber dicho que no... Podía haber mentido y renovado cada diez años como cualquier otra persona”, confiesa. Pero su sinceridad la condenó a un ciclo de renovaciones constantes, mientras que otros, con problemas más graves para conducir, como una enfermedad del corazón o afecciones de la vista, no enfrentan las mismas trabas.
Una lucha compartida
El testimonio de Elena pone de manifiesto una de las paradojas del derecho al olvido oncológico: la buena voluntad puede ser un obstáculo. “Me condenan a algo simplemente por haber dicho la verdad”, reflexiona. Aunque la normativa actual permite renovar el carnet según la edad si se ha superado el cáncer y no hay recaídas, el estigma persiste. “Al final, es como si te quedaras señalada para siempre, y los datos médicos siguen ahí”.
Tanto Trini como Elena son ejemplos de cómo el derecho al olvido oncológico ha abierto una puerta hacia la igualdad, pero también de las barreras invisibles que siguen impidiendo a los supervivientes de cáncer vivir sin la sombra de su pasado.
El derecho al olvido oncológico es un avance, pero las experiencias de Trini y Elena demuestran que queda camino por recorrer. La normativa establece que las secuelas no declaradas al contratar un seguro están cubiertas si se manifiestan durante la vigencia del contrato. Pero en la práctica, la sombra del cáncer sigue afectando decisiones médicas y financieras.
A pesar de las dificultades, Trini y Elena siguen luchando. No sólo por ellas, sino por todos los supervivientes que cargan con un estigma injusto. “Nos condenan a algo simplemente por haber tenido cáncer, aunque estemos sanas”, coinciden las dos en sus testimonios. El derecho al olvido oncológico ha abierto una puerta hacia la igualdad, pero aún falta derribar las barreras invisibles que impiden a personas como Trini y Elena vivir sin la sombra de su pasado.