El Gobierno municipal ha optado por la vía de enmedio y la más fácil, aunque dudosamente la más rentable culturalmente. Ha terminado de deshacer lo que había empezado a romper el anterior gobierno que no es otra cosa que la Banda Municipal de San Fernando, la gran aspiración de los gobiernos andalucistas. Con la particularidad de que en los dos últimos mandatos, los concejales andalucistas han sido cómplices necesarios.
La Sociedad Filarmónica de San Fernando ha aceptado de buen grado la medida presupuestaria tomada por el Ayuntamiento que reparte la subvención que ahora recibía e invita a las demás agrupaciones que se benefician de este reparto a gastar el dinero en la difusión de la música y en una labor cultural “desde y para San Fernando”.
Pero su respuesta hay que leerla entre líneas porque a pesar del tono conciliador, encierra todo el temor que tiene el resto de personas conocedoras de lo que significa desvestir a un santo para vestir a otro. Eso, y no otra cosa, es lo que ha hecho el Gobierno PSOE-PA en una torpe decisión cuyos resultados se van a ver en poco tiempo.
Los políticos lo verán, obviamente, en forma de un puñado de votos. Los musicales, los culturales, se vienen viendo desde que el Gobierno de José Loaiza cortó por lo sano los flecos que habían dejados los gobiernos andalucistas. Que es verdad que el encaje de la Banda Municipal en el Ayuntamiento estaba mal planteado. Pero Loaiza no cortó el césped; lo quitó y puso una capa de cemento.
La Banda Municipal de Música surgió como un proyecto aglutinador de la afición musical de San Fernando, por un sistema de becas que venía a premiar el esfuerzo de los más jóvenes. Muchos músicos hoy con estudios superiores, profesores y directores se formaron en ese proyecto. Pero se trataba de esculpir músicos, con todas las de la ley, capaces de seguir los estudios en los conservatorios independientemente de satisfacer la ilusión de los jóvenes de tocar detrás de una procesión.
La proliferación de bandas en las hermandades ha enriquecido el panorama musical en la cantidad, pero la calidad mal encauzada termina atentado contra la calidad. Hoy en día es más democrático -y rentable políticamente- ayudar a todos, sean buenos o regulares y desde el razonamiento político es difícil que se asuma -seguro que sí lo entienden- que haya una entidad de referencia en la que se exige más para entrar, de forma que siempre estarían los mejores, los que más se esfuerzan, los que tienen talento. Y al ser los mejores serían también los que antes pasarían a otras agrupaciones musicales u orquestas, por lo que la demanda para entrar podría satisfacerse con la salida de los que se marchan.
Pero mientras esa renovación por selección natural se produce, la entidad de referencia alcanzaría una cotas de calidad dignas de representar a una ciudad. Ese es el principio. Y eso es lo que al final se han cargado. La solución la pone la propia Sociedad Filarmónica: mantener la entidad de referencia sin olvidar al resto de entidades. Y desde la Sociedad Filarmónica, elevar el listón para que fluya el talento. Que mientras más se vaya, más talento nuevo entre.
Pero siempre partiendo de una premisa. El talento no es democrático. No puede estar al albur de una decisión política sin visión de futuro. Y desde luego, teniendo en cuenta que va a costar dinero. Como cuesta todo. Sólo que la cultura rinde al final, muy al final, tan al final que a los políticos no les resulta rentable para sus intereses electorales. Por eso se apuesta por la mediocridad.