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San Fernando

Esperanza, ilusión, más esperanza...

Los Reyes Magos llegaron a Bahía Sur desde el cielo casi azul y recorrieron La Isla bajo un cielo gris y lluvioso que no pudo con el gran día de los niños de todas las edades.

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Ni la lluvia pudo con la ilusión. Y eso que la tarde, la hora de salir la Cabalgata, pintaba mal. Viento y lluvia y además, frío. Pero salió. Más deprisa de lo normal pero iba camino de recorrer todo el trayecto fijado.

Luego la tarde dio un respiro sin dejar de amagar y la comitiva aminoró el paso para recrearse. La comitiva, los que iban en ellos y las miles de personas que esperaban paraguas en mano, que lo mismo los ponían boca arriba que boca abajo. Según lloviera agua o caramelos.

Puede que en algún momento del trayecto la lluvia de caramelos no fuera tan intensa -eso lo dirán los lectores- pero faltar no faltaron y en algunos casos llegaron a la plaza de la Iglesia tirándolo a manos llenas. Los ocho mil kilos más los que pusieron distintas entidades.

Un diez con propina, antes de seguir, para la Policía Local de San Fernando, para la Policía Nacional que tenía también encomendadas otras misiones y para los sesenta voluntarios de Protección Civil que alejaron cualquier peligro de las carrozas. Quede constancia, aunque sea su obligación. Pero bien hecha. Y lo mismo para el servicio de Limpieza, Urbaser, que dejó las calles como una patena detrás de la cabalgata.

Pero empezando por el principio, los Reyes Magos llegaron un año más al estadio de Bahía Sur en helicóptero, donde los esperaban familias enteras desde una hora antes de la llegada, sobre las cuatro de la tarde. Bajaron del helicóptero y saludaron a los presentes, oficialmente y con vuelta de honor a los 400 metros de la pista de atletismo antes de marchar para la zona de Camposoto.

En la plaza de la Iglesia, donde se concentrado este año la recepción -al Heraldo este lunes y a Sus Majestades este martes- tuvo lugar el acto de adoración del belén, con palabras de los tres Reyes Magos que hablaron de paz, de esperanza, de ilusión. Lo mismo que la alcaldesa, Patricia Cavada, que pidió lo mismo, con ahínco, antes de que todo se disolviese.

Los niños, al menos hoy, se acuestan temprano pero se duermen tarde. Y se levantan temprano. Demasiado temprano, dirán algunos. Y algunas.

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