Nace una nueva generación mundial de expertos contra el robo de obras de arte

Publicado: 09/01/2011
Una red de "superagentes" que forma la asociación ARCA contra el robo, falsificación, aniquilación y comercio ilegal de las obras de arte.
Por primera vez en la historia del arte surge una generación internacional de especialistas preparada para luchar contra el robo, la falsificación, la aniquilación y el comercio ilegal de obras de arte y patrimonio cultural, una red de "superagentes" que forma la asociación ARCA.

La Association for Research into Crimes against Art (ARCA, en sus siglas en inglés) nace con el propósito de perseguir casos de sustracción y falsificación de piezas de arte, vandalismo contra el patrimonio cultural y expoliación de obras en guerras y yacimientos, ha explicado su fundador, Noah Charney, en declaraciones a Efe.

ARCA selecciona y educa a esos expertos, que deberán de saber desde criminología a historia del arte, conocer la situación del mercado del arte, las claves de la museología, la legislación en materia de arte o cómo operan las fuerzas de seguridad, explica el experto.

El objetivo de ARCA no es el de pertenecer a una agencia de seguridad u organismo concreto, a pesar de que colabora con fuerzas de seguridad en investigaciones mundiales de cualquier tipo de delito contra el patrimonio artístico y cultural.

La educación de esa élite está llevándose a cabo discretamente en el postgrado creado hace tres años por ARCA, "Master Program in International Art Crime and Cultural Heritage Program" (www.artcrime.info/education).

El amplio rango de disciplinas que estudian los futuros profesionales corre a cargo de miembros de la asociación ARCA (www.artcrime.info), ex directores de agencias de seguridad míticas como Scotland Yard, ex cargos políticos y fiscales en activo, entre otros.

Italia es la cuna de esta red y donde se imparte ese máster "por lógica", ya que es el país que alcanza una tasa anual de robos de obras de entre 20.000 y 30.000, es decir, "cinco veces" más que la media mundial, con excepción de Rusia, comenta Charney, que debutó como novelista con "El ladrón de arte", publicada en español en 2007.

Charney (Connecticut, EEUU, 1979) advierte de que en la actualidad ese prototipo de investigador docto en varias disciplinas no lo reúne ni el cuerpo de la policía, ni los académicos, ni los expertos del mundo del arte.

"Pocos directores de Policía u organismos de seguridad tienen conocimientos o inclinación a estudiar arte a nivel académico", explicó.

Para abordar los delitos que cometen bandas organizadas con obras de arte "hace falta un gran conocimiento del mundo del arte, su mercado y la historia del coleccionismo, además de la criminología, la investigación (policial) y la teoría sobre medidas de seguridad", señala el experto.

En la policía "es raro encontrar a alguien con suficiente experiencia y que se mueva con soltura en todos esos campos", afirma. "Por esta razón -remarca- la Policía raramente ha sido capaz de hacer algo más que investigar el robo".

"La policía no intenta contextualizar los delitos con obras de arte, de estudiarlo con respecto a la historia del arte o de investigar más allá de sus fronteras nacionales", dijo.

Las obras de arte -explicó Charney- son habitualmente utilizadas por bandas de delincuentes profesionales en sus negocios con drogas o armas, es decir, es habitual que paguen un cargamento de cocaína o kalashnikovs con un cuadro de un pintor famoso.

De manera que lienzos sustraídos de autores como Picasso, Matisse, Van Gogh, Rembrant, Sorolla o Cézanne pueden llegar a manos de terroristas que operan en el Norte de África u Oriente Medio, como ya ocurrió cuando estaba operativo el IRA.

Pero si la Policía no sabe de historia del arte, los académicos que colaboran con ella "no saben de investigación y sólo estudian los informes policiales", apunta.

Ante ese panorama, Charney se planteó junto a un grupo de colegas preparar a esa "nueva generación de investigadores" para que colaborasen activamente en la lucha contra este tipo de robos, una clase de delito que es la tercera prioridad para las fuerzas de seguridad de EEUU, por detrás de la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.

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