Aunque el Air Force One aterrizó puntualmente y sin sobresaltos en Hangzhou (este de China) este sábado, la estricta logística planeada por las autoridades chinas para recibir al presidente de EE.UU., Barack Obama, derivó en un absurdo rifirrafe entre funcionarios de ambos países.
Tal y como estaba previsto, el avión presidencial estadounidense tomaba tierra en el aeropuerto internacional de Hangzhou pocos minutos antes de las 14.30 (06.30 GMT), tras un tranquilo vuelo desde Hawai.
Una armonía y cadencia hawaianas que se evaporaron, no obstante, al tocar suelo chino.
Sin que hubiese una escalinata preparada para conectar, como es habitual, con la puerta más alta del Air Force One (AF1), el presidente tuvo que descender por la de un nivel inferior, quedando lejos del alcance visual de la delegación oficial y de la prensa que lo acompaña para retratar, casi literalmente, cada paso del mandatario.
Una tarea que los reporteros vieron impedida al salir del avión por su vía habitual, por debajo de un ala del AF1, y toparse con una cuerda azul puesta por las autoridades chinas para obstruirles el paso.
A partir de entonces, un "ligero caos" llega al asfalto, según describe una de las periodistas del grupo de informadores estadounidenses encargado de seguir a Obama en el avión.
Mientras un miembro de la delegación china "chillaba" al personal de la Casa Blanca y a los reporteros para que se marchasen de la escena de llegada, un funcionario del Gobierno estadounidense alegaba en un arranque de patriotismo que se trataba de su presidente y de su avión, y que de ahí no se movía nadie.
"¡Y este es nuestro país!", espetó entonces un miembro de la comitiva china de recepción, intentando interceptar a dos pesos pesados del presidente: la asesora de Seguridad Nacional de EE.UU., Susan Rice, y su segundo, Ben Rhodes, quienes habían tomado la iniciativa de levantar la cuerda azul para acercarse a Obama.
Para desazón de fotógrafos y camarógrafos, en medio de la bulla el presidente caminaba por la alfombra roja desplegada en el aeropuerto para recibirle, flanqueada a ambos lados por una comitiva china que aplaudía y vitoreaba su llegada, bloqueando que se tomaran imágenes del momento.
Ajeno, en principio, a la polémica, Obama saludó a algunos de los oficiales chinos asistentes, entre ellos el embajador chino para EE.UU., Cui Tiankai, o el viceministro de Exteriores, Zheng Zeguang, y se subió en la limusina que le esperaba para empezar una larga jornada de reuniones con su homólogo, Xi Jinping.
Unos encuentros en los que la Casa Blanca aseguró que Obama dará la bienvenida al ascenso de China sin entrar en un pulso entre potencias, difícil de creer a juzgar por cómo sendas delegaciones ya empezaron a medirse las fuerzas en el aeropuerto.