Se ha convertido en una zona de ocio, aunque no declarada oficialmente. Que ha provocado que muchos vecinos lleven años sin poder pegar ojo en condiciones. La proliferación de bares de copas, la multiplicación de terrazas y el cierre de negocios de madrugada mantiene en pie de guerra hace años al Romeral.
No son pocos los que han optado por vender y marcharse a otra zona. Algunos, como Lidia, se plantean alquilar y buscar el descanso en otro rincón de la ciudad. Se sienten indefensos.
La jaqueca acompaña la vida de algunos vecinos. Aseguran no estar en contra de la presencia de locales pero piden más regulación en sus horarios, conciliando el descanso con la actividad comercial. Y, sobre todo, más civismo para quienes acuden a divertirse. Hay residentes que también reclaman mayor presencia policial. Y controles de alcoholemia. Y es que los hay que hasta visitan la zona hasta a lomos de un caballo.