La bailaora jerezana Beatriz Morales es una de las profesoras de baile más cotizadas del momento en su ciudad. Lo es por una especie de compromiso con su propia formación, y después de reivindicarse como una gran artista del baile. En el mundo del baile flamenco no solo abandera a Jerez y su bulería, sino también el feminismo, como puso de manifiesto con su espectáculo Hembra Alfa, estrenado en el Festival de Jerez.
Con ‘Hembra Alfa’ le pides a las mujeres que luchen por sus sueños y que crean en ellas mismas. ¿Te has encontrado con casos de mujeres que por esa falta de confianza y de apoyo entre su gente no han decidido hacer carrera?
–Muchísimas. No solo en el flamenco, sino en muchos aspectos de la vida. En el flamenco voy a cursos y clases de formación en muchas partes y me encuentro con gente con muchísimo talento que o bien de pequeña nadie quería que fuese a una academia, o su pareja la ha quitado de bailar, o su familia han impedido que sigan con su sueño. También hay casos de bailaoras que no han progresado por quedarse siempre en un mismo sitio. Hay academias que te enseñan el flamenco comercial y te desvincula del real, que solo tiene un camino, escuchar el cante y bailar, bailar tú sola.
¿Ése es el éxito de tus clases?, que, por cierto, están muy cotizadas
–La verdad es que me gusta mucho dar clases, y si he tenido éxito no sé la clave. Soy muy generosa en mis clases. No me guardo secretos, todo lo que he aprendido lo doy a mis alumnas. Tal vez por eso el secreto de mis clases pueda ser que mis alumnas mejoran en muy poco tiempo. Si me entra una niña con el 30% de su talento, me gusta exprimirla. Soy un poco dura. No son clases para pasearte, y en dos meses se puede ver su evolución. Soy muy exigente. No dejo descansar, ni para beber agua. Un poco militar, pero militar con cariño. No pongo malas caras, ni me gusta frustrar, ni crear rivalidades entre los talentos. Soy sargenta pero con mucho amor. Si veo rivalidad entre dos alumnas, se la quito radical, porque en mi vida he visto compañeras criadas con esa rivalidad y eso ya no se quita.
Preferiste desarrollar tu carrera fuera de Jerez, ¿por qué?
–Estaba en una academia y tenía que tomar una decisión sobre qué hacer en mi vida, y me veía limitada a la hora de avanzar profesionalmente. Jerez es la mejor tierra de flamenco del mundo, pero en el caso del baile tuve que decidir si matricularme en la universidad o si dedicarme por entero al flamenco. Al final decidí irme a Sevilla y cuando vi la calidad de baile que había empecé a crecer muchísimo. Ya una vez formada volví a Jerez, estuve en todos los tablaos de Jerez, que tienen una pureza que no he encontrado en otros sitios. Mi tierra es para mí la bandera, y la bulería, que es lo que me han adjudicado, la llevo con orgullo.
Has dicho que la mujer es libre en Jerez, pero no tanto en otras ciudades, a la hora de bailar. ¿Tú te has sentido siempre libre a la hora de bailar?
–En Jerez casi siempre sí. Y muy pocas veces no. Jerez ha sido el único lugar en el que he estado en fiestas a nivel de flamenco y artistas en el que me he sentido libre. Recuerdo la primera vez que fui a una fiesta así. Me sacó El Manteca. Venía de trabajar en Antonio Chacón, y a mí me daba mucho respeto porque era una fiesta flamenca con muchísimos artistas, en el antiguo Colmado. Fue una fiesta increíble. Estaban todos los flamencos de aquí, La Tana, Enrique El Extremeño, el Poveda... Allí no paraban de cantar. Me quedé en una esquina escuchando y el Manteca me cogió y me echó a bailar. Me dijo, éste es tu día. Siempre he tenido mucho respeto, pero no me pierdo disfrutar de la fiesta. Me da coraje que a veces solo se deja al hombre disfrutar. He estado en fiestas en las que veía a las mujeres cohibidas, con ganas de salir y no poder.
¿No crees que puede ser también su forma de entender el respeto?
–El respeto es una cosa y el machismo es otra. Yo respeto a los mayores, a todos los artistas, si alguien canta lo escucho, si sale a bailar lo respaldo, pero otra cosa es el machismo que siempre está ahí.
Con ‘Hembra Alfa’ querías reivindicar el papel de la mujer, ¿por qué?.
–Quise hacerlo para reivindicar también la fortaleza en general de la mujer, la fortaleza que es llevar una casa, que es ser madre, abuela, una mujer que emprende, que lucha con el día a día, con el pasado, con el futuro, con el presente. Había gente que con ese título pensaba que lo que yo quería hacer era poner a la mujer por encima del hombre, y no quería ni estar por encima ni estar por debajo. Si por algo soy feminista es por la igualdad, no por estar por encima del hombre, pero tampoco quiero que el hombre esté por encima de mí, ni de ninguna mujer, y ésa es mi lucha en el día a día y en el flamenco. No soy una mujer fácil, porque no soy sumisa, y eso en mi baile se representa, eso va conmigo desde que era chica. Nunca me gustó el machismo ni la desigualdad. Para mí todos somos iguales. Para mí la palabra mujer significa madre, ese instinto lo tienen todas, aunque no sean madres. Significa protección, la protectora de la manada, la que lucha día a día. Habrá padres que lo den todo, pero una madre si tiene que dejarlo todo por un hijo, lo deja.
En ‘Hembra Alfa’ el público puede ver en qué consiste feminizar a la sociedad.
–El espectáculo lleva un cuerpo de baile de mujeres junto a tres cantaoras. Los músicos sí son hombres y Agujeta chico actúa de artista invitado. Esa contraposición de tantos artistas, cada uno con su nombre y apellido, y de hombres y mujeres, era como la igualdad de los hombres y mujeres artistas. En un momento del espectáculo hago lo contrario de lo que se hace habitualmente, que es poner a las mujeres en la mesa a golpear y a cantar y que fueran ellas las que disfruten de la fiesta. Es un momento de la clave, porque demuestro que las mujeres también podemos disfrutar de la fiesta, golpear con los nudillos la mesa si queremos y bebernos lo que sea. ¿Vamos a ser mala mujer por hacerlo?
Tu segundo espectáculo también aborda en cierto sentido el significado de la naturaleza del flamenco y de nosotros mismos.
–Lo he montado con mi pareja, Agujetas chico, se llama Flamenco sin sulfitos. Somos muy aficionados a los vinos, y le gustan mucho los vinos naturales, sin sulfitos, y siempre estaba con eso, y le dije que hiciésemos un espectáculo con ese nombre. Flamenco sin silfitos significa además flamenco vivo, que es algo original, natural, espontáneo. Lo mismo te encuentras una seguiriya muy pura del abuelo Antonio, como sus temas, que no se salen de la pureza pero que son más actuales. Y después mi baile, en función de cómo me sienta, puedo resultar antigua y también más actual. Es nuestra forma de sentir.Hay que respetar lo antiguo, la tradición, sin dejar nuestra personalidad, y aceptando la evolución del flamenco, que tiene que seguir vivo.