La quinta y decepcionante entrega de
Black Mirror, formada por tres episodios y un farragoso largometraje, había hecho depositar ciertas esperanzas en la reinvención de la serie de
Charlie Brooker, acorde con la pausa concedida para concebir nuevas criaturas tan incómodas como adictivas.
En este sentido, tal vez no quepa hablar de decepción como tal en esta nueva remesa, integrada por cinco episodios -dos de ellos casi largometrajes-, aunque sí se aprecia la escasez de ideas asociadas a ese universo paralelo, a ratos distópico, al que eran empujados, como lanzados al coso de los leones, los protagonistas de cada historia.
Es, de hecho, la temporada menos Black mirror de todas, desde el momento en que, a excepción de
Joan es horrible, su creador se ha decantado por historias de terror y suspense clásicos, por mucho que haya abusado de trazos vintage al situar buena parte de la acción en un pasado reconocible y ubicado entre los años 60 y 80 del siglo XX.
El primer capítulo, el citado Joan es horrible, interpretado por
Annie Murphy y Salma Hayek -haciendo de Salma Hayek-, es el único que conserva intacta la naturaleza original de Black mirror: una chica comienza a ver retratada su vida en una serie de televisión que recrea con exagerada similitud cada una de las circunstancias de su vida reciente. Su desarrollo es atractivo, casi un desafío para el espectador, atrapado como la protagonista en una pesadilla retorcida que se va desvaneciendo entre críticas a la inteligencia artificial y al poderoso mundo del streaming liderado por la propia
Netflix.
Del resto de capítulos destaca la composición de
Beyond the sea -ciencia ficción existencialista en torno a dos astronautas que son suplidos durante su ausencia por sendas réplicas en el hogar-, que cuenta con unas muy buenas interpretaciones de
Aaron Paul, Josh Hartnett y Kate Mara; y
Demonio 79, una comedia negra apocalíptica, a ratos divertida, pero también desesperanzada, que convierte en una nimiedad el destino de la humanidad.
Loch Henry, ambientada en Escocia, abunda en el suspense y las vueltas de tuerca en torno a una serie de crímenes cometidos en el pasado, mientras que
Mazey day, que cuenta con las estupendas
Zazie Beetz y Clara Rugaard como protagonistas, aborda el mundo de la licantropía con poco entusiasmo.