El tiempo en: Alcalá la Real

Jaén

Otíñar, entre el olvido y la melancolía

Otíñar es el primer Bien de Interés Cultural que se inscribió con la tipología de Zona Patrimonial, una nueva figura de protección legislada por la Junta

Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
  • Castillo de Otíñar -

Otíñar, un pueblo sin amo’ es el título del documental elaborado por José Tudela y que ha servido para  rescatar los  valores patrimoniales, pero también el abandono clamoroso, de un paraje  idílico de Jaén que lleva décadas en el ostracismo y donde, hasta ahora, no han cristalizado ninguna de las iniciativas para su recuperación y puesta en valor. Fue en 2009 cuando el Consejo de Gobierno de la Junta acordó inscribir en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, con la categoría de Zona Patrimonial, el enclave de Otíñar en el término municipal de Jaén. Este paraje, situado en la Sierra Sur, a 13 kilómetros de la capital, combina sus notables valores naturales con importantes vestigios históricos fruto de más de 6.000 años de ocupación, desde el arte rupestre del Neolítico a la aldea de colonización de Santa Cristina en el siglo XIX.  

Otíñar es el primer Bien de Interés Cultural que se inscribió con la tipología de Zona Patrimonial, una nueva figura de protección recogida en la Ley 14/2007 de Patrimonio Histórico de Andalucía con el fin de preservar aquellos territorios o enclaves que integran bienes diversos y de diferentes épocas, además de ofrecer posibilidades de uso y disfrute para la ciudadanía. La zona patrimonial protegida ocupa una extensión de 1.991,21 hectáreas en los denominados Valles de Otíñar, un territorio que desde la Prehistoria ha sido ocupado, deforestado y cultivado por grupos humanos nunca demasiados numerosos. Los distintos asentamientos (neolíticos, de la Edad del Cobre, romanos, medievales y de las épocas moderna y contemporánea) se han ido sucediendo en lugares distintos de valle, en función de las necesidades y peculiaridades de los pobladores. Entre los vestigios de esta trayectoria cronológica destaca la cueva neolítica de los Corzos, enriscada en las alturas de uno de los barrancos más recónditos de la sierra y con abundancia de restos cerámicos y líticos, así como los dólmenes de la Edad del Cobre en el Cerro Veleta. De esta etapa sobresalen igualmente más de veinte abrigos con manifestaciones rupestres que, aunque presentan diferencias estilísticas y reflejan distintos momentos, conforman una unidad como centro de un importante núcleo pictórico.

Otro enclave prehistórico de interés es el Barranco de la Tinaja, que alberga numerosos ‘petroglifos’ (representaciones gráficas grabadas en roca). Los de la cueva de El Toril, más de una treintena, constituyen un conjunto excepcional en la Alta Andalucía. El asentamiento romano estuvo situado en la misma vega, con un marcado carácter de control del cauce fluvial. Se conservan los restos de la villa romana del Laurel, con material cerámico y constructivo en superficie, además de conducciones hidráulicas. De época medieval son el castillo y una aldea, que se ubican en un cerro bien defendido y con control directo sobre la vía de paso y las vegas. La fortaleza, de origen islámico y transformada profundamente en época cristiana, conserva varias torres y parte del lienzo de la muralla, mientras que el poblado mantiene los restos de algunas viviendas y de una capilla. Asimismo, destacan las ruinas de la fortificación islámica del Cerro del Calar y el yacimiento de las Eras del Cortijuelo, asentamiento andalusí no amurallado.


En cuanto a las edificaciones de la Edad Moderna, entre ellas figura el ‘vítor’ o monumento conmemorativo de Carlos III, erigido en 1784 en el Cerro Veleta como recuerdo de la reforma y acondicionamiento del camino que conecta Otíñar con Jaén. La zona patrimonial se completa con la aldea de colonización de Santa Cristina, que se levanta en una suave loma que domina el río. Fundado en 1826 según licencia real otorgada por Fernando VII a Jacinto Cañada Rojo (que obtuvo el título de primer barón del entonces constituido Señorío de Otíñar), el poblado se construyó de nueva planta en torno a una plaza donde se ubica la iglesia y la casa de los señores y de la que parten dos calles empedradas. Santa Cristina llegó a contar con 300 habitantes, dedicados casi en su totalidad a la agricultura y a la ganadería. Tras la Guerra Civil se produjo su progresiva despoblación hasta el abandono total a principios de los años 70 del siglo XX.  Recientemente, el Centro de Estudios del Valle de Otíñar denunció que la vía pública de este paraje lleva años obstaculizada por un quitamiedos. Sin embargo, el Club Ciclista La Mella de Jaén replicó indicando que los ciclistas corren riesgo real por “falta de control” de la actividad ganadera en la zona.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN