Susana Díaz se encuentra en la misma situación que antes de disolver el Parlamento pero con un escenario todavía más inestable
Susana Díaz adelantó las elecciones, pese a gozar de un pacto con IU y tener sólio al PP en la oposición, con el pretexto de la inestabilidad y por el deseo de obtener una mayoría suficiente para gobernar en solitario. El resultado electoral dibuja un Parlamento mucho más fragmentado, con presencia de cinco partidos en la Cámara en vez de tres, merced a la fuerte irrupción de Podemos y la destacada de Ciudadanos, que se nutren de la debacle del PP -al que los andaluces le han pasado una elevada factura por la crisis- y de IU, semibarrida por la ola de Podemos. El PSOE logra un resultado agridulce al repetir el mismo número de escaños en las actuales circunstancias de rechazo al bipartidismo pero con 126.000 votos menos y también el menor porcentaje de su historia en unas autonómicas (35,4%, cuatro puntos menos que en 2012). Esta victoria por mayoría simple le obligará de nuevo a buscar socio de gobierno, que ya no puede ser IU. El problema es que todos los partidos anunciaron durante la campaña que no pactarían con ningún otro, y aunque Ciudadanos tenga la llave para un hipotético gobierno de coalición con el PSOE, lo más probable es que opte por diferenciarse de los partidos tradicionales pensando en clave nacional. Se perfila un escenario en que el PP podría facilitar con su abstención la investidura de Susana Díaz y ésta gobernar en minoría con apoyos puntuales en el Parlamento.