Hay hechos clarificadores de la situación municipal, por esperpénticos y descabellados que parezcan. El Ayuntamiento de Jaén, a través de su Concejalía de Mantenimiento Urbano ha decidido prescindir de los cristales que recubren las farolas del casco antiguo, porque la reposición de aquellos cristales que se rompen corresponde al Ayuntamiento y no a la empresa concesionaria del mantenimiento del alumbrado público. No hay dinero ni para reponer los que se rompan y ni siquiera para limpiarlos, han comunicado a los representantes vecinales de la zona. Mala cosa. Y otra vez la medida se ceba con el casco antiguo, en vísperas de que se reúna por primera vez el consejo de expertos para elaborar el nuevo expediente que eleve la la Catedral a Patrimonio Mundial. Poco debemos esperar entonces de que esta zona luzca en los próximos años como el complemento imprescindible que precisa el templo. Sin embargo, la medida, estremecedora y un tanto kafkiana, revela una situación mucho más grave a posteriori. Si el Ayuntamiento de Jaén ya no tiene ni para cambiar los cristales de las farolas que se rompen y tampoco hay dinero para limpiarlos, apaga y vámonos, porque el mensaje está claro: Jaén, una capital de 116.000 habitantes tiene un Ayuntamiento que solo puede pagar, a duras penas, a sus 1.400 empleados. ¿Es esa la función de un Ayuntamiento?
Jaén
Apaga y vámonos
El Ayuntamiento está quitando los cristales de las farolas del casco antiguo porque no tiene dinero para reponerlos ni para limpiarlos
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