Izquierda Unida busca sobrevivir el 20 de diciembre en un espacio de "izquierda de verdad" y resistir el fuerte envite de Podemos, a pesar de que el partido de Pablo Iglesias dejó de jugar en su misma banda para girar al caladero del centro.
Al mando de esa operación de supervivencia, IU ha colocado a Alberto Garzón, candidato a la Presidencia del Gobierno por una Unidad Popular que, pese a su empeño, ha quedado tan escueta que se reduce a un puñado de partidos muy pequeños y de independientes.
La Chunta Aragonesista, el navarro Batzarre, la Izquierda Castellana, la Izquierda Asturiana y poco más. En eso ha quedado el frente de convergencia que Garzón ha buscado sin descanso, sobre todo con Podemos, hasta que Iglesias despachó esta idea con un sonoro portazo -sólo ha prosperado en Galicia y Cataluña-.
Después de casi un año de cortejo, no consiguió llevar a Podemos al terreno de la unidad popular y tampoco han prosperado las maniobras de Iglesias para "fichar" a Garzón.
Finalmente, el candidato de IU irá al escenario electoral que no quería: compitiendo con Podemos. Y lo hará haciendo valer la "mochila" de la formación, sus luchas en las "mareas" y en las instituciones, siempre al lado de los intereses de la gente y huyendo del "electoralismo" que atribuye a su rival.
Una izquierda "organizada e ideologizada", reivindica Garzón constantemente desde el fracaso de sus conversaciones con el partido morado frente a otra que acomoda su mensaje en función del "puñado de votos" que le pueda reportar, y esa es la diferencia que Garzón va a marcar durante toda la campaña.
Diferencia que quiere que el electorado vea a través de propuestas que dan una salida social a la crisis, con un programa "viable" de rescate para dieciséis millones de personas y que incluye medidas como un plan de trabajo garantizado para servicios sociales financiado por el Estado, que crearía un millón de empleos y favorecería a otro millón de españoles.
La elevación progresiva del salario mínimo hasta alcanzar los 1.176 que se empezarían a cobrar en 2019, la reducción de la economía sumergida en 10 puntos y el recorte del fraude fiscal a un máximo de 3, son otras de las metas que Garzón se ha puesto para su estreno como candidato al Gobierno.
Lleva un año preparándose para este debut, desde que el coordinador general de IU, Cayo Lara, se echó a un lado para permitir la renovación generacional que le exigían desde algunos frentes internos como fórmula magistral para contrarrestar el empuje de Podemos.
En cambio, otros sectores como el de Gaspar Llamazares temían que IU quedará "fagocitada" por esta formación, lo que ha generado no pocas tensiones internas que han pasado factura a la marca estos últimos meses.
Ha sido un año en el que IU, en definitiva, ha ido perdiendo fuelle aunque logró salvar los muebles en las elecciones municipales, aguantando la sacudida de Iglesias, si bien no tuvo la misma suerte en las autonómicas porque la estocada que recibió fue gravísima. Perdió veinticinco diputados autonómicos y salió de parlamentos de referencia como el de Madrid y Valencia.
También la guerra cainita en la federación madrileña ha perjudicado mucho a la formación en Madrid, uno de sus bastiones electorales -por primera vez IU no está representada ni en el Ayuntamiento ni en la Comunidad-, y habrá que ver el día 20 si esta guerra está ya olvidada.
Con esta otra "mochila" llega también IU al 20D, una cita en la que, según el barómetro del CIS de hoy, conseguiría el 3,6 por ciento de los votos (tres o cuatro escaños), una distancia de más de tres puntos respecto al 6,92 que logró de la mano de Lara en las generales de 2011 y que le permitió obtener once diputados en el Congreso (junto a ICV y CHA).E