Cuando algo que hace aquella institución a la que representas te parece inmoral o deleznable, la solución más digna es irse. Eso debería haber pensado la joven Paula Dapena antes de su “reivindicación” en el homenaje a Maradona. Tras la muerte del genio del “Pelusa”, muchos han sido los ataques en las redes sociales y las críticas debido a los homenajes realizados a Diego como gran figura del fútbol.
Son muchos quienes defienden la postura de esta jóven que ha conseguido su minuto de gloria negándose participar en el minuto de silencio que entre que realizaban entre otros, el propio club deportivo al que representa.
Justifican sus críticas con numerosos motivos (que si sus adicciones, que si su condición humana, que si su trato con las mujeres). Y yo me pregunto, ¿qué me importa a mí cómo era este hombre fuera del campo? ¿Acaso no estudiamos y alabamos la obra del poeta Boudelaire pese a lo polémico de su personalidad? Si de repente se descubriera que don Miguel de Cervantes Saavedra fue una persona horrible, ¿dejaríamos de alabar y promocionar su “Don Quijote de la Mancha” o el resto de su obra? ¿Dónde se ha escrito que para ser un genio o un artista objeto de admiración o alabanza se debe ser una persona intachable o dar ejemplo como tal?
Me parecen absurdas este tipo de críticas que se están produciendo en estos días acerca de estos homenajes, como así me lo parece la “reivindicación” de Dapena, que lejos de cumplir con su obligación de representar a su club en un homenaje, deja a relucir sus guerras personales como si estas les importasen a alguien.
Si no estás de acuerdo con los homenajes que hace tu club y te parecen abominables y deleznables, será porque ese club no te representa. Márchate, completa tu reivindicación y sé consecuente con tus actos.
Luego irán de progresistas y modernos y serán los primeros en demonizar la inquisición, la censura de la iglesia y otro tipo de cuestiones cuando los únicos que realizan juicios de valores y practican su absurda censura en pleno siglo XXI, haciendo prevalecer los juicios morales sobre la calidad de las obras artísticas, son ellos.
Y a quien no esté de acuerdo conmigo y lo quiera discutir, le diré cómo decía un pasodoble de una agrupación del carnaval gaditano “pues que se me ponga aquí y me cante lo contrario”.