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La tribuna de El Puerto

El precio del voto y la duda de su utilidad

Hay que solucionar temas tan dramáticos y tan reales como dar de comer

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La política ofrece por desgracia tan pocas lecciones que tomar que sorprende una sobre las demás, y es que no es lo mismo gobernar que opositar. Una máxima por más  perogrullada  que resulte en su definición. Pero hasta para opositar hay que saber, como todo en la vida.

Un mes después de la ruptura del tripartito, las dudas y las heridas se abren en canal y a la vista de todos en su puesta en escena. Nada de reuniones secretas con levantamiento de asiento incluida en medio de reuniones.

La calma chicha sigue y continuará. Al tiempo. Todo es muy previsible. Esto no ha terminado todavía. Queda tanto por escribir. Eso en la nueva oposición, en el Gobierno, o lo que queda, hay tan poca confianza en lo que se hace, que no es que haya miedo, sí mucho respeto.

Se ha errado tanto en tan poco tiempo que existe pánico escénico en volverla a liar. Y claro, cuando un Gobierno no es capaz de gestionar y de cumplir, no solo con lo prometido, sino con lo que dicta la triste realidad, es cuando la indignación sube a la máxima.

Cada formación es libre, faltaría más, de presentar cuantas mociones y propuestas crea conveniente, según sus compromisos electorales, pero en ellas debe imperar sobre todas las cosas la responsabilidad política de hacer o intentar hacer el bien común, el general.

El panorama consistorial de un tiempo a esta parte ha entrado en un camino sin luz, sin motivación y lo que es más preocupante, sin puerta de salida. Hay que solucionar temas tan dramáticos y tan reales como dar de comer.

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