¿Los españoles dicen basta?

Publicado: 25/01/2013
Esta vez reconozco que me queda la duda al ver a todos muy agobiados porque sienten que el asunto se les va de las manos y el susto consecuente lo llevan tatuado en el rostro
Me quedo mucho más tranquilo desde que la cúpula del PP ha asegurado que va a mirar, otra vez y a conciencia e incluso, advierte, con luz y taquígrafos, todos los papeles desde el principio para dirimir si realmente Bárcenas hizo algo indecoroso, que a priori no les consta pero que, en todo caso, ya no forma parte de ellos mismos. Antes sí era uno de ellos, pero ya no. Me pasó igual con lo de los ERES en Andalucía, andaba yo sin dormir esos días, entre inquieto y taciturno con el apetito casi perdido, que ya es difícil, hasta que el gobierno autonómico anunció una comisión de investigación para esclarecer punto por punto todo lo sucedido y, llegado el caso, pedir responsabilidades “pesara a quien pesara” y, claro, respiré profundo para, zas, volver a tener ganas de comer, ya mucho más relajado: que bueno es tener un sistema político activo que en seguida reacciona y no como pasaba antes con la dictadura de Franco, que pasara lo que pasara nunca había consecuencias para nadie. Ahora no. Ahora, en seguida, montan una comisión y, en horas o días o meses o años o décadas, te emiten un informe exhaustivo de entre tres y cinco mil folios donde, al final cual novela negra de Pelecanos, la culpa la tuvo el chófer, que era adicto al tinto gran reserva seguramente fruto de una lactancia hostil a base de biberones de Don Simón. Pobre. Al menos la intriga se mantiene viva hasta el último capítulo. Franco, me supongo, descojonándose en su tumba: “españoles…, yo, al menos, no evadía, ni falta que me hacía”.

 

Corrupción. Imagino que hasta el PSOE se siente incómodo con lo de Bárcenas porque eso propaga un debate nacional que a nadie viene bien, sabiendo como saben que todos deben, según por dónde, hasta de callarse. Lo saben tanto como que el tema es tan grave que a todos afecta; no es solo que Armstrong se dopase y con ello ganara siete Tours de Francia, es que el ciclismo ya no tiene credibilidad alguna pese a que haya quien pedalee a pulmón. Y los hay y son muchos, la mayoría, de verdad, pero nadie les cree ya, algo así como sucede con el pressing catch, ese deporte estúpido yankee que a la vista tiene colorido pero en el que se pegan de mentira y eso cautiva solo a quien no le molesta ser engañado. En eso está derivando la política: una puesta en escena atractiva para captar el interés del ciudadano votante pero que, en realidad, se cae a pedazos porque falla en lo esencial.

¿Qué nadie en el PP sabía que el tal Bárcenas era el fontanero-conseguidor del reino cuando a él, según parece, se acudía para desatascar todos los problemas financieros del partido, o que nadie en la Junta conocía los movimientos irregulares vía fondo de reptiles a través de la Consejería de Empleo? ¿Nadie? ¿Nadie se percató del crecimiento irregular de Marbella cuando Gil, Muñoz o Roca amasaban fortuna en B si en todos los corrillos políticos se vinculaba la financiación con el ladrillo? ¿No se preguntó el Rey de dónde su yerno sacó los seis millones de euros para comprarse la choza de Pedralbes? Porque si su hijo, con un sueldecito, de pronto adquiere al contado un yate de treinta metros de eslora, usted, como poco, se mosquea. ¿O no? Pues estos no se mosquean, eso sí, crean comisiones de investigación, que terminan en nada y suma a la cuenta del descrédito en el sector completo donde, insisto, hay mucho político de pueblo y/o ciudad que pedalea a pulmón, sin EPO, sin transfusiones, metiendo horas y quitándoselas a sus hijos por un sueldo muchas veces insatisfactorio para que en cualquier acera de su barrio le llamen chorizo. ¿Merece la pena? Seguramente no, pero como por partitocracia callan, pues aguanten.

¿Dónde empieza y dónde acaba la corrupción? Lo son tanto los 22 millones de euros de Bárcenas en un paraíso fiscal siendo tesorero durante 20 años del PP, que ya solo con eso le vale, como el exagerado encarecimiento por intermediación que pactaron con Vitalia o Uniter para los ERES de la Junta, como la concesión a dedo de obras saltándose los procedimientos establecidos en multitud de instituciones o, como me contaban no hace mucho, la obra que se hizo el ex alcalde de La Línea, Juan Carlos Juárez, instalándose un jacuzzi –hay que tenerlos muy gordos- en el baño del despacho de alcaldía ante la mirada, imagino incrédula, de los más de once mil parados allí registrados. Pero que muy gordos. Nada menos que un jacuzzi. Fue, por otra causa, inhabilitado por la Audiencia, sentencia no compartida por su partido de entonces, el PP, que lo había captado del GIL: les parecería buen gestor pese a su negra procedencia.

 

Ley electoral y financiación. Es el siguiente debate y, guste o no, cuanto antes, tiempo que se gana. No hay otra. Las listas abiertas, pese al inconveniente de que algunos candidatos puedan hacer una política demasiado local por cuanto deben cuidar de su electorado y eso se puede valorar desde dos puntos de vista, dignifican el parlamento, limitan el poder absoluto de los partidos sobre aquellos que hoy, sí o sí, deben pulsar el botón que les indican cual manada de ñus que cruza el río de los cocodrilos siguiendo al primero, dan matices nuevos al voto del ciudadano e invita a una mayor participación de independientes y minoritarios y esto, ante el cansino bipartidismo, es bueno. ¿Y por qué no se hace en España? Sencillamente porque los partidos poderosos no quieren perder el control.

Financiación: generalizando, que nunca es bueno, no cuela que los partidos se sostienen con la aportación de las cuotas de los militantes y del Estado o, en el ámbito local, de los ayuntamientos. Siempre hubo empresas amigas, pero aquí, a diferencia de en Estados Unidos, la aportación se ha hecho en maletines por callejones desiertos o en cuentas privadas en Suiza. Y lógico es interpretar que cuando esto sucede es porque se pagan o se compran favores, a oscuras. En EEUU las aportaciones son públicas, con lo cual es más difícil sostener, públicamente, favores improcedentes a quien financió tu campaña. Luz pues.

Pero, realmente, ¿los españoles dicen basta?, tal y como decía esa portada de ABC donde compartían cartel esta semana Griñán, Bárcenas, Julián Muñoz y, entre otros, Urdangarín y que tan mal ha sentado en San Telmo. Como decía Gabilondo, y me uno, me temo que con todo esto suceda lo peor: nada. Como siempre. Aunque esta vez reconozco que me queda la duda al ver a todos muy agobiados porque sienten que el asunto se les va de las manos y el susto consecuente lo llevan tatuado en el rostro, pero conocen bien el ritmo de latido del corazón del pueblo. Ese mismo al que Franco idiotizaba a base de pan y circo y, para lo primero, presto ha anunciado Rajoy en Lima la prórroga de 400 euros a parados sin prestación y, para lo segundo, siempre nos quedan los toros y el fútbol, para ellos, y, propongo, un serial de sobremesa parlamentario-erótico, para ellas, ahora que Grey y sus sombras ha dado origen a las ya conocidas como pornolectoras. Me pregunto si esta España mía, esta España nuestra, puede decaer más si ellas, las nuestras, buscan en los libros la esencia de ese macho ibérico español al que la crisis y el telediario podrían estar dejando flácido de intenciones. Imperdonable, de ser.

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