Lo que ha venido sucediendo en el PSOE de Cádiz durante el último mes son las secuelas de una vieja guerra donde quedaron abiertas cuentas pendientes que, tarde o temprano, han de saldarse, y como eso no se hizo en su momento o se hizo mal en defensa de un difícil consenso ha derivado en lo que hoy pasa. Además, todo se agrava cuando existe interés interno en prender fogata con la primera chispa –conste que el PSOE de Cádiz viene a ser como la selva amazónica para un pirómano. El paraíso-. Me explico.
El motivo. Como oportunamente fue filtrado vía oficial por el, digamos en este caso, pirómano, Irene García y López Gil mantuvieron efectivamente un encuentro con Román, José María, al objeto de atarle en corto porque éste, opinan, estaba actuando por libre tanto en el plano orgánico del partido como en el control de las asignaciones del grupo. Tanto es así que sin previa consulta con nadie renovó contrato a Cándida Verdier, secretaria local electa por Chiclana, que pasó de un contrato de seis meses a otro por cuatro años; le pedían un mayor control del partido sobre las asignaciones al grupo, que son 28.800 euros al mes a razón de 2.400 euros por cada uno de los doce diputados, y que en el nombramiento de los cuatro cargos de confianza se incluyera a Isabel Armario, secretaria de organización, en sustitución de Ismael Vaca, ex parlamentario andaluz y miembro de la ejecutiva de Castellar. Los otros tres cargos, en principio, se mantendrían, como son Eva Leal, secretaria local de Conil, Juan Ramón Aramburu, periodista, y Fran González, secretario local de Cádiz y, al mismo tiempo, que el dinero sobrante sirviera para gastos de desplazamientos de los diputados. Román, colérico, dijo no.
El fondo. José María Román titubeó antes del congreso provincial entre renovadores y pizarristas solo al objeto de posicionarse adecuadamente para ganar su guerra, que no es otra que la que mantuvo y mantiene contra un Jiménez Barrios que en buena medida tuvo que descabalgarse en la carrera hacia la secretaría provincial sabiendo que nunca tendría el apoyo de una agrupación importante como la de Chiclana y, por tanto, cedió el testigo a Irene García, que ofrecía mejores posibilidades de ganar, que siempre fue la candidata de Griñán y, con ello, se vio obligado a aceptar la presidencia provincial. Román aceptó ir con los renovadores, ser portavoz y dar su apoyo a García a cambio de paz en Chiclana, pero para sorpresa de todos Jiménez Barrios, con toda la vieja guardia local, le presentó lista alternativa con Cristina Saucedo en la asamblea de Chiclana y perdió, pero solo por un voto. Cándida Verdier, elegida y ahora renovada en Diputación, soltó pestes por esa boca, y Román encontró leña seca para años de incendio. Guerra.
El pizarrismo, audaz y agazapado cual felino inmóvil que aguarda el desliz del cervatillo, espetó: “Te lo dijimos, Chefy. Te traicionarían”, y desde ese momento Román empezó a contar con el apoyo de los cinco diputados alineados con Pizarro y Cabaña, como son Gema Araujo, Olga González, Alfonso Moscoso, Pérez Peralta y Javier Pizarro, hijo de Luis, y todo en base a una idea: no solo controlar el grupo de diputados a través de la portavocía y con eso las asignaciones del grupo respetando a los cuatro liberados que fueron puestos por los de antes, sino, y sobre todo, ganarse apoyos locales para disputar el control orgánico del partido y competir contra, primero, Jiménez Barrios, que como presidente tiene dedicación exclusiva para batallear allí por donde va, y, segundo, contra García, a la que culpa de no haber puesto orden en lo que sucedió en Chiclana. Y tan es posible que tenga razones en lo suyo como probable que haya medido mal su fuerza para alimentar este incendio.
La reunión del grupo la tarde noche del miércoles terminó a gritos e Irene García, a través de Menacho, zanjó el debate anunciando, como sucedió en la tarde del jueves, que la ejecutiva provincial la propondría como nueva portavoz de Diputación y pidió “disculpas a la sociedad gaditana” por la “imagen” que se ha trasladado, señalando a Román como único “culpable” del “lamentable espectáculo mediático” originado.
Para asumir la portavocía deberá ganar por un voto y hoy tiene, con ella, seis, tantos como Román, más el apoyo de su ejecutiva y el del regional. De hecho, tras la tensa reunión del miércoles y camino de Sanlúcar su móvil pitó tono Griñán, Mario y Susana. No sé hasta qué punto es bueno cuando toda esta gente te llama en un rato, imagino es peor cuando nunca lo hace. En todo caso, el seis a seis está por ver, tanto como la posibilidad de que a raíz de todo esto se inicie un proceso de expedientes disciplinarios internos que podría terminar en expulsiones, llegados a ese extremo.
Irene y la selva. A García le gusta mucho la palabra “equilibrio” y la permanente búsqueda del consenso pero me la imagino, con perdón de antemano, disfrazada de Coronel Tapiocca entrando sin armamento en la selva para poner de acuerdo al león, al tigre, al guepardo, al zorro y al cocodrilo, para que se respeten entre sí y cuiden el medio ambiente. Y no. Porque el león, el tigre, el guepardo, el zorro y el cocodrilo la miran de reojo y en sus mentes carnívoras solo están de acuerdo en una cosa: “En cuanto pueda te como, bonita”. Tal vez el cocodrilo y compañía duden en si atacar ante la aparente ingenuidad de bonita, tal vez bonita piense en los tacones que harían juego si se hace un bolso con semejantes pellejos. Tal vez sea yo quien necesite un gin tonic, o tal vez lo necesiten todos, incluido el zorro. Él dos.
El caso, me centro, es que García no se puede permitir el lujo de que a solo tres meses de ser elegida secretaria general se haga pública la primera crisis interna por no haber puesto orden en plaza en su día y hoy todo salte por el reparto de las asignaciones, que viene a ser como matarse públicamente por una cazuela de lentejas donde los choricitos están contados, y no vean, o como prefieran, doble sentido en la metáfora. Porque el mensaje que han trasladado al ciudadano es absolutamente desalentador y su responsabilidad pública, la de todos, debería estar muy por encima de eso, porque no es aceptable este tiroteo constante en que se ha convertido el PSOE de Cádiz desde que una noche el zorro se pasó con las copas. Pero ahora la responsabilidad es de Irene García, que debe decidir entre servir de alimento o equipar su fondo de armario. La ley de una selva donde con cada amanecer se discuten los liderazgos y comer o ser comidos se convierte en el primer mandamiento. Y hay otras maneras de verlo, seguro, pero esta la mía.