Vaya por delante que nunca me gustaron las fronteras ni los muros que las delimitan para cuyo derribo solo hay que estar más leído, tampoco los boicots a empresas privadas de regiones concretas por el simple hecho de ser de allí o allá y, entiendo, respetable es que cada uno se sienta de donde le parezca. Yo, de hecho, me siento de aquí, defiendo lo mío y tal vez lo único que me entristece es la apatía general de esta mi comunidad a la hora de reivindicar sus derechos porque, seamos sinceros, mientras Cataluña fuerza un pacto fiscal y lanza a la gente a la calle aquí no pasamos de asaltar un Mercadona para cargar garbanzos y puestos a elegir prefiero el primer camino. ¿O no?
19,9. Según la AGETT ese es el porcentaje de familias andaluzas donde todos sus miembros están desempleados, más de un seis por ciento por encima de la media nacional. Un escándalo. Y esa es la base de esta Andalucía dependiente del subsidio y de otras migajas que durante décadas ha sido incapaz de negociar un pacto real y sólido por el desarrollo y el comercio de sus bondades, que son muchas y que a pesar de las cuales de ve a la cola de España y, no digamos, Europa. Y cuando se han acabado los fondos de Europa y arrecia crisis quien más lo paga es el más débil, en este caso una comunidad nada dada a reivindicarse como pueblo unido en defensa de sus intereses y tan solo lo hace cuando algún descerebrado del norte nos califica como vagos o catetos, e incluso en ese caso nos enfadamos solo un rato. Somos tan alegres y hace tan buen tiempo por aquí que para qué estar enfadados.
En todo caso, y me centro, resulta llamativo que esta comunidad, siendo la más grande y la más poblada del país, no esté en el debate político nacional, ni estuvo ni se la espera y creo que ese lastre siempre se debió a la dependencia política de Sevilla con Madrid, que siempre consideró el sur como un territorio enorme que había que controlar porque su nicho de votos pone y quita gobiernos en Madrid y de eso, quizás, no se ha percatado un ciudadano andaluz al que se entretuvo con la deuda histórica y de la cual nunca más se supo. Porque con eso nos hicieron la cuenta de la lechera y al final casi que le debemos nosotros al gobierno nacional por respirar este aire español que nos domina.
Insisto. No me gustan las fronteras, me siento, como casi todos por aquí, tan andaluz como español, la roja me pone y se me eriza el bello con un quejío en un patio, pero de eso no se vive y la realidad te dice que Cajasol, la antigua Caja San Fernando, que un día fue Caja Jerez, hoy está en manos de La Caixa, catalana, con el consiguiente trasiego de personal hacia allí y no digamos de ahorros. Y no se lo censuro a La Caixa que lo que viene a hacer es expandir su modelo de negocio, se lo censuro y mucho al sistema financiero andaluz y a los dirigentes de Cajasol que no han sabido o no han tenido capacidad profesional para hacer solvente su negocio como han hecho otros y que hoy, débiles como somos, nos devoran.
Y que Cataluña, como advierte el PP, no está en derecho de reivindicar nada porque este año ha recibido 11.000 millones de euros más de los que les correspondía no hace sino confirmar la vieja teoría de que aquí quien hace ruido come más.
Wally. El PSOE siempre se ha caracterizado, entre otras muchas cosas y retomando la crónica política habitual, por librar guerras intestinas por el control del poder del partido y, acto seguido, por cerrar filas en torno al ganador en un gesto que combina intereses personales y estrategia de organización política. Lo sucedido en Cádiz en los últimos meses es todo un ejemplo entre dos sectores que han librado intensos cruces y que aún hoy coletean en sus asambleas locales, si bien el aire interno indica que la batalla está llegando a su fin, que el control del partido en el escenario regional y provincial está en mano de los renovadores, que ese treinta por ciento crítico salido del congreso de Almería no está consolidado porque Jaén se desmarca y de hecho Griñán, en un gesto, presentó esta semana en Jaén a Paco Reyes, presidente de Diputación, secretario provincial y hombre de confianza de Zarrías y al que públicamente ensalzará, y porque los que han salido derrotados de esta guerra tienen poco que ofrecer para mantener firmeza en sus filas y eso, claro está, pesa demasiado.
En Cádiz Irene García convocó a los representantes de su partido en el Congreso y en el Parlamento: Chaves, Pizarro, Cabaña, Menacho, Jiménez Barrios, López Gil, Mámen Sánchez… Todos alrededor de una mesa y casi todos digiriendo la idea de un cierre de filas que les lleve a iniciar la recuperación de un espacio que según encuestas internas no se está produciendo a pesar de cómo azota el presente a la imagen del PP, que aunque baja se mantiene y eso, en el PSOE, empieza a preocupar y mucho.
Chaves, en retirada, no quiere más luchas y Pizarro empieza a estar demasiado cansado de todo, de hecho hasta su hijo, en un gesto que a Cabaña ha debido sentar peor que mal, meterá a Paco Aído en la ejecutiva de Alcalá; los suyos en Jerez se desmandan entre Becerra y Camas, que se ha lanzado por libre con tan solo el apoyo público de Irene Canca, soterrado de Blanca Alcántara, e impulsado, dicen, siniestramente, por un García Ventús al que más le valdría dar explicaciones de las cuentas de Gadir Solar antes que meterse en interesado asesor-promotor político. Pizarro llama y dice a muchos que Camas no es su candidato, tal vez lo sea Becerra, al que aguardan otros con sorpresa, o tal vez ninguno. De las asambleas conflictivas, en Algeciras, probablemente, saldrá algún tipo de consenso, en Cádiz, probablemente, habrá mayoría hacia Fran González, y en Jerez, probablemente, se unifique un grupo en torno a los renovadores del cual nazca un liderazgo sin ataduras que sea capaz de hacer olvidar cuanto antes, de ser posible, los años de caótica gestión de ese PSOE de la señora Sánchez.
Cabaña, al final, será como ese Wally al que hasta los suyos busquen para señalar culpas en esta guerra que alimentó desde Cádiz durante años y que, como otras que hubo y otras que habrá, siempre terminan algún día. Y aunque culpables hay muchos más, dedo solo uno.