Parece que escribir a favor de los empleados públicos no está dentro del guión o, dicho de otro modo, provoca un rosario de críticas; unas interesadas, otras con razón y algunas no exentas de ese mal endémico español llamado envidia. En Jerez, hasta hace bien poco los ciudadanos no sólo respetaban a los trabajadores municipales sino que, además y siendo sinceros, una gran parte hacía lo posible por colocar a su hijo, esposa, marido, sobrino o amigo en el Ayuntamiento, la mayor empresa de la ciudad. Por otro lado, nuestro orgullo jerezano se enaltecía cada vez que la institución municipal era alabada por su gestión e, incluso, premiada allende las fronteras municipales; pasear por la ciudad era origen de satisfacción. Ni los ciudadanos, partidos políticos, empresarios, sindicatos y medios cuestionábamos el paralelo crecimiento consistorial. El Ayuntamiento estaba presente en todos los sectores y así lo queríamos e incluso lo exigíamos.
Debemos reflexionar sobre qué ha ocurrido a nivel local y nacional para llegar a la actual situación en la que un gran sector de la opinión pública cree que la culpa de la crisis es de los trabajadores públicos y, por tanto, la solución está en despedir a una gran mayoría y a los pocos que queden fijarles retribuciones muy por debajo de lo que, por ese mismo trabajo, se paga en el sector privado. Como si trabajar en lo público fuese una especie de ONG. No es casual que a medida que se inician críticas contra los políticos y contra la multiplicación de Administraciones y Organismos públicos se geste un estado de opinión contra los funcionaros. El foco siempre se intenta poner donde interesa.
Merece un estudio que cuestione la ineludible necesidad de lo que está ocurriendo en el Ayuntamiento de Jerez con una plantilla muy criticada por el anterior gobierno municipal, quizás para justificar y desenfocar determinados errores, y, ahora, machacada psicológicamente ante las medidas que se avecinan a través de un procedimiento que no parece sensible al drama que amenaza a 450 familias y que ayer vivió otro episodio con una demora injustificada en la presentación del esperado expediente y que alarga la lenta agonía que sufren todos los empleados del Ayuntamiento.
Los jerezanos debemos conocer qué efectos económicos va a implicar en la ciudad, lo cual, curiosamente, nadie ha analizado con un mínimo de rigor. El préstamo ICO no se ha notado en reactivación económica alguna y ahora el ERE y la bajada generalizada de retribuciones municipales si, como parece, sólo es necesario para poder devolver ese préstamo, no producirán ni bajada de impuestos ni mejora de servicios públicos como ingenuamente algunos esperan.
Hay quien dice que nos encaminamos hacia el modelo neoliberal en el que las Administraciones Públicas asumen sólo los servicios esenciales y el resto de necesidades son cubiertas por el sector privado. En este modelo los servidores públicos son pocos y mal pagados y no es necesario contar con funcionarios que cuenten con buen currículum, desprofesionalizándose la función pública.
La actual Administración española exige una reforma, esto es indiscutible, es necesario eliminar duplicidades, actividades superfluas, gastos e inversiones suntuarios, redimensionar racionalmente las plantillas y ajustar objetivamente los salarios sujetándolos a la productividad del trabajo realizado; pero todo ello bien estudiado, bien medido, bien valorado y bien justificado y sin perder el horizonte que debemos tener y no es otro que una Administración eficaz, eficiente y económicamente equilibrada, unos gobernantes austeros, objetivos y honestos y unos empleados públicos bien preparados, responsables, implicados y motivados. Con ello volveremos a sentir que nuestros impuestos son útiles y, por tanto, necesarios.