Los cambios ejecutados por Zapatero esta semana en el Gobierno nacional, con repercusiones en Andalucía y, por añadidura, en Cádiz, vienen a renovar la renovación que dentro del partido abanderó el presidente y que ahora, con los datos de intención de voto por los suelos, matiza devolviendo el poder al núcleo duro, tanto político como mediático.
Es una vuelta atrás para frenar la caída, volver a los conceptos que han hecho del Psoe un partido fuerte en las urnas a través del verbo fácil de dos linces de la palabra como son Rubalcaba y Jáuregui, otorgando la secretaría de organización a un veterano como Marcelino Iglesias que, en muchos sentidos, es el lado opuesto a Pajín. Como lo es Blanco, con quien la nueva y joven Ministra casi no cruza palabra.No obstante, este regreso a conceptos tradicionales deja en el aire procesos de renovación como el emprendido en Andalucía por Griñán y el candente en la provincia de Cádiz, donde la pugna entre los dos sectores ha saltado al papel de prensa y eso es lago que pocas veces ha sucedido en un partido que, públicamente, siempre ha sabido guardar las formas como principio básico de estrategia política.
Unos y otros andan perdidos, quizás la falta de liderazgo tenga mucho que ver en ello y, en este sentido, otorgar a Rubalcaba el poder único de formar un Gobierno a su medida, al margen de que éste pueda o no ser candidato, es un modo de recuperar crédito interno y, sobre todo, externo. Solo habrá que ver si estos cambios estratégicos en Madrid tendrán continuidad en Andalucía cuando las autonómicas se acerquen y los sondeos de intención de voto marquen el ritmo. A eso juegan quienes hoy no cuentan.
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