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Desde la Bahía

Comentarios isleños

Cuando se decidió a crearnos, Dios estaba en un momento romántico, por esos somos expresión física de un soneto divino

Publicado: 29/10/2023 ·
20:39
· Actualizado: 29/10/2023 · 20:39
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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El género como accidente gramatical se aplica a las personas, a los animales, pero también a las cosas. Nuestra “salada ínsula”, La Isla, es del género femenino. Preciosa en su contorno, tierna en su núcleo. Sus hijos de ambos géneros, isleños e isleñas, han nacido bajo el influjo del color azul marino y crecido a la cobijada sombra de la industria naval. El “cañaílla” no es fanático de su tierra, es un amante de la misma. La Isla tiene un corazón que late con la fuerza del “ordeno y mando” y con la delicadeza de una rima romántica. Es emocional y sentimental, por eso ha mostrado su tristeza en estos pasados días, grises y lluviosos, al perder uno de sus más preciados amantes, Francisco Carrillo Mora, Paco Carrillo. Hubo recuerdos a su persona en prensa, ausencias definidas e inesperadas en sus exequias. Se perdió la posibilidad de homenajearle y distinguirle en vida, algo que ya es tradicional por estos lugares, pero aquella tarde de su despedida de esta existencia terrena, alguien que no es preciso citar, me pregunto ¿es verdad que ha muerto Paco Carrillo? Le respondí afirmativamente y con profunda seriedad, dijo a continuación “la muerte se está llevando a los mejores”. Este halago de un desconocido, es inmensamente superior a cualquier distintivo, medalla o referencia en el callejero, por su sinceridad y reconocimiento de la valía. Afirma que era un gran referente en su ciudad. Me uno a ese criterio.

El “tópico” es un imperativo y la vida sigue. Las costumbres dan más giros que vueltas y las tendencias están más relacionadas con el deseo de enfrentamiento, que con el de solidaridad. El olvido y el destierro son propios de generaciones resentidas. Cuando lo anterior se relega a lo arcaico, siempre se hace señalándolo “ya con el dedo en la boca o en la frente”, como decía Quevedo, y hay que callar y aceptar, ante la tiranía de un progresismo teñido de cautela.

Viene la semana imbricada, como las tejas de un techo, entre dos meses. Su diversidad no puede pasar inadvertida. Sus efemérides antagónicas. Han comenzado las celebraciones. Cuatro días, buen trecho, para recorrer todas las divagaciones absurdas de un Halloween, que ha pasado del desconocimiento del mismo, en décadas pasadas, al protagonismo y proteccionismo oficial actual.

Teníamos nuestra fiesta del uno de noviembre, la de “todos los santos”, cuando salíamos con la ilusión de visitar los mercados y degustar al menos aquellos ácidos membrillos, sin grasas saturadas, colesterol o sal, en cuantía patológica y comprábamos aquellas castañas asadas que nos decían  para ensalzar su valor que eran de Galaroza. La extensa carpa del Halloween ha acogido en su naciente seno la oficialidad, la cultura, las escuelas y aulas y hay escaso espacio para otras representaciones. Además, la palabra santo ha adquirido tal degradación, que ya no le inquieta ni a su más acérrimo enemigo, Luzbel.

Pero en esta misma semana da un cambio de sentido enorme el sentir humano y vivimos otra celebración muy distinta, el “día de los difuntos”. Se vuelca el pueblo en hermosear las paredes del camposanto y hay rezos y lágrimas, entre flores, que muestran el más sublime sentimiento que una persona puede expresar. Las máscaras se caen y la verdadera faz se hace realidad, ante la única certeza que no admite relatividad: la muerte, haciéndonos más humanos y debilitando la enorme tendencia actual ateísta.

Pero hay algo más en estos próximos siete días mencionados. En la hostelería/taberna del laurel se inician los arreglos, ante el acontecimiento que se ha de celebrar. D. Luis Mejías y D. Juan Tenorio van a mostrar, en una competencia que ahora nos parecería “machista” el número de sus correrías y amoríos, que han sido capaces de llevar a cabo en años previos. La obra de José de Zorrilla también atraviesa un ostracismo imperdonable. Ya no vemos pecar a la casquivana Ana de Pantoja, ni soñar la inocencia de Inés de Ulloa. No hay requiebro poético y romántico de D. Juan, ni entrega ruborosa de la amada.

La vida, por causas muy interesadas, ha acabado por cambiarnos. El “homo sapiens” cuya comunicación lingüística estaba basada en las variaciones de tono, ritmo y timbre de voz, unida a gestos diferenciales, sabía muy bien dar expresión emocional y musical a sus arrullos amorosos. Hoy día se penaliza hasta el piropo. Por fin han llegado las preciadas lluvias, el agua que alegra naranjos y limoneros y que la vid retiene para compensar los periodos posteriores de sequía, gracias a sus tierras albarizas, al lujo de su contenido en arcillas. Quizás la tierra albariza del amor sea el piropo.

Cuando se decidió a crearnos, Dios estaba en un momento romántico, por esos somos expresión física de un soneto divino. Por eso me gusta esta isla de pirámides de sal, de celestes mareas, de buques en construcción y de carácter marino, que deje aparte y sin tan relevante acento lo del “truco o trato” o lo del “susto y muerte”, porque contrasta con la claridad, belleza y alegría de nuestro perenne litoral.

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