José Antonio, de 34 años, se prepara para ingresar de nuevo en prisión. El Gobierno le ha denegado por segunda vez el indulto, lo que le ha quitado la esperanza de dejar por fin atrás su pasado como piloto de narcolanchas en el Estrecho y le lleva a asegurar que “la justicia no es igual para todos”, según ha dicho a EFE.
Ni el apoyo del pleno del Ayuntamiento de Cádiz, ni el de centenares de firmas de vecinos, de asociaciones, ni el de la sala de la Audiencia Provincial de Cádiz que le condenó a tres años y once meses de cárcel por un desembarco de mil kilos de hachís ocurrido en 2012 en El Puerto de Santa María han ido suficientes para que el pasado de José Antonio deje de formar parte de un presente que nada ya tiene que ver con las drogas.
En su informe a favor del indulto, la Audiencia de Cádiz recuerda que José Antonio lleva más de nueve años alejado del narcotráfico, que “no sólo ha reorientado su estilo de vida y ha abandonado el consumo de tóxicos, sino que ha tomado tal conciencia de los efectos perniciosos de la droga que, además de insertarse en la sociedad como miembro activo con un puesto de trabajo con el mantiene a su familia, ha emprendido múltiples labores de concienciación para los jóvenes”.
El tribunal asegura también que su indulto “NO” (en mayúsculas en el texto oficial) generaría ningún tipo de alarma y rechazo social, que sería “equitativo” con el esfuerzo que ha hecho y que su ingreso en prisión “no le aportaría ningún tipo de rehabilitación”.
Pero nada ha valido, y esta semana José Antonio ha recibido la noticia de que se le negaba el indulto.
“Tomé malas decisiones”
“Me decepciona y me entristece haber peleado tanto y que no haya valido” para recibir el indulto, dice hoy José Antonio en una entrevista con EFE.
Confiesa sentirse “fatal” y “cansado” de esta lucha: “no me va a quedar más remedio que dar la imagen de que se necesita ir a prisión para reinsertarse. Y no es mi imagen”, dice mientras se pregunta “qué me puede enseñar y de qué me puede valer” ir ahora a la cárcel.
Su vida empezó a torcerse en la adolescencia: “tomé malas decisiones”. Fue entonces cuando empezó a consumir drogas y después a tratar de sacar dinero para poder comprarlas.
Se inició así en el submundo de las redes del narcotráfico: “es como en cualquier trabajo. No empiezas por arriba, empiezas por abajo hasta que confían en ti para otras cosas”. Él empezó haciendo vigilancias y descargando alijos, hasta llegar a pilotar durante varios años embarcaciones de recreo con las que introducía alijos de hachís en las costas de Cádiz.
“Cuando uno tiene un consumo como el que tenía yo solo piensa en alimentar su consumo. Yo no tenía cabeza para blanquear o invertir dinero. Era una bala perdida, ganaba para divertirme y consumir más”, explica.
La cárcel no era su sitio
Su historia comenzó a virar cuando en 2012 ingresó en prisión para cumplir dos condenas, una por “un trapicheo” menor de droga y otra por ser el titular de un barco en el que se incautó un alijo de hachís.
Pasó, cuenta, cinco años y ocho meses en las prisiones de Puerto II y Puerto III, en Cádiz.
“Entrar en prisión a los 24 años es traumático. Una vez allí vi que no era mi sitio, quería salir cuanto antes. Empecé a despertar y a recuperar el tiempo que había perdido en la calle”, recuerda.
Acabó la ESO, hizo las pruebas de acceso a universidad y comenzó a estudiar el grado de Integración Social: “desde que empecé a leer y estudiar me interesaba el por qué del comportamiento y de las emociones”, cuenta.
Paralelamente, siguió programas para dejar el consumo de drogas, un camino en el que tuvo tropiezos y recaídas.
En verano de 2018 obtuvo la libertad condicional, sabiendo que en dos meses le esperaba otro juicio por una detención ocurrida hacía ocho años.
Juan Antonio ya era otro. Formó una familia con una mujer que tenía dos hijas de 8 y 4 años a las que quiere como suyas y encontró un trabajo en la construcción como andamiero.
Y se vio con la esperanza de haber demostrado que merecía un perdón.
“Me levanto a las 5:30 y llego a casa cerca de las nueve de la noche porque tengo que desplazarme a Algeciras”, cuenta José Antonio, que ha dejado ya ese trabajo, con la esperanza de poder recuperarlo, porque su ingreso en prisión es ya inminente tras la denegación del indulto.
Ahora le queda la esperanza de conseguir cuanto antes un tercer grado penitenciario.
A los jóvenes que ahora pueden estar en la situación que tenía él cuando trabajaba para el narcotráfico les diría “que no se fíen del color que parece que tienen las cosas. No son tan bonitas, ni tan fáciles. Eso es como el fútbol, salen cuatro estrellas y miles de estrellados”.
Su abogada, Esther Coto, se queja también de que Juan Antonio haya pedido perdón “de palabra y con los hechos, dedicando a ello su vida y sus esfuerzos” y que no haya conseguido el indulto.
“Está claro que darlo no es cuestión de conveniencia social. Es una cuestión política y partidista”, dice mientras recuerda que políticos “con condenas más largas y que no han pedido perdón” han obtenido la medida de gracia.