Debido a estas cualidades caninas, la asociación de Perros de Asistencia y Animales de Terapia (PAAT) surgió hace poco más de un año en Zamora “para cubrir la necesidad de un colectivo que cada día tiene más difícil su movilidad y sus cuidados específicos”, ha explicado a Efe uno de sus fundadores, Alberto Álvarez.
En PAAT educan a perros guías para que sirvan de ayuda a invidentes, perros de asistencia para personas con discapacidades físicas y perros de ayuda para familias con niños con autismo o alguna discapacidad cognitiva, “aunque en este caso no hay milagros, no hay curas mágicas, pero sí ayudan a una mejora de la calidad de vida de estas familias”, ha puntualizado Álvarez.
El último de los perros que PAAT ha entregado a su nuevo dueño es Emy, una perra que ha viajado a La Coruña con Mónica Forteza, que tiene una disfunción muscular que la obliga a moverse en silla de ruedas.
“A mí me gusta ser independiente, pero tengo muchas limitaciones por mi disfunción muscular, pero espero que Emy me ayude en mis actividades diarias como ir al trabajo, a la piscina o a la compra”, ha explicado Forteza.
Mónica Forteza ha destacado que casi siempre se mueve sola, “y siempre tienes la preocupación de que si pasa algo, por pequeño que sea, como que se te caigan las llaves antes de abrir, tardo mucho tiempo en intentar cogerlas del suelo, o esperar a que alguien pase y me ayude, y lo que espero es que este perro me haga mucho más fácil este tipo de cosas”.
Forteza, que trabaja en el Grupo de personas con discapacidad de La Coruña (Grumico), es consciente de que Emy “no me va a poder ayudar en todo, pero me va a dar seguridad, además de un importante apoyo psicológico y compañía”.
Durante la primera semana en la que Mónica Forteza y Emy han estado juntas en La Coruña, Jane Álvarez Kafford, la otra educadora de PAAT, ha estado con ella para facilitar la adaptación de la perra a su nuevo entorno.
Forteza se planteó buscar un perro de asistencia hace casi cinco años, cuando unos amigos le comentaron que le podría venir bien, que era “otro tipo de ayuda, porque hasta entonces yo pensaba que la ayuda para las personas con discapacidad era todo lo que podías comprar en una ortopedia, pero un perro de asistencia es otro tipo de ayuda que aumenta mi autonomía personal”.
“He tenido mucha suerte con Alberto y con Jane, y con que me haya caído del cielo el perro con el que tanto soñaba, bueno, no ha caído del cielo, porque para ellos es mucho trabajo”, ha comentado entre risas Mónica Foteza.
La asociación asume todos los gastos desde el principio, cuando los cachorros son cedidos a una familia de acogida durante el primer año, en el que comienza su educación, y también después, cuando los perros están durante seis meses en el centro de la asociación, del que salen preparados para mejorar la calidad de vida de las personas.
“Es un derecho fundamental tener este tipo de ayuda, por eso no le puede costar nada a nadie, pero tienen un coste real alto que, hasta el momento, solventamos con las aportaciones de nuestros cien socios (que pagan cincuenta euros al año) y nuestra aportación personal desinteresada, porque no vivimos de esto, sino de una gasolinera que tenemos”, ha explicado Alberto Álvarez.