Lo mismo viene de una antigua costumbre escandinava. O puede que la inventara El Corte Inglés. No me extrañaría; al fin y al cabo todos sabemos que la primavera empieza cuando lo decide El Corte Inglés. Sea cual sea el origen de la iluminación navideña, siempre me ha gustado creer que la luz nocturna de las ciudades sirve de guía a los Reyes Magos. Serán cosas mías, pero pienso que el destello nos hace visibles a distancia y permite a Sus Majestades orientarse. Así nos aseguramos una noche mágica llena de regalos. Se trata, en suma, de ayudar a Gaspar, Melchor y Baltasar a llegar a nuestra casa, donde unos zapatos o calcetines, según el uso de cada cual, acabarán de identificarnos. Tampoco sé de dónde viene la costumbre de dejar visibles los zapatos o calcetines la noche de Reyes. Espero que no sea por el olor. Este año no vamos a tener luces por Navidad. La situación económica obliga a reducir gastos y parece lógico empezar recortando por los innecesarios, también llamados lujos o caprichos. Tal vez sea la primera manifestación colectiva de la crisis. Hasta ahora, la crisis se veía como algo que podía afectarnos a todos pero que sólo afectaba a algunos, como la gripe. Por eso decimos que la crisis o se nota o no se nota. O te afecta o no te afecta. Pero el apagón navideño nos alcanza a todos, porque todos vamos a tener que hacer un esfuerzo especial para recordar que estamos en el mes de la magia, para conseguir que nuestros hijos abran los ojos como platos imaginando camellos en sus ventanas. Este año no nos van a recordar que tenemos que felicitar las fiestas a nuestros amigos y familiares, así que veremos a ver si no quedamos con más de uno como Cagancho en Almagro. Y si no tenemos luces, algo deberíamos ir pensando para llamar la atención, para hacernos bien visibles desde el cielo y evitar así que sus Majestades de Oriente, despistados y desorientados, pasen de largo.
Lo mismo viene de una antigua costumbre escandinava. O puede que la inventara El Corte Inglés. No me extrañaría; al fin y al cabo todos sabemos que la primavera empieza cuando lo decide El Corte Inglés. Sea cual sea el origen de la iluminación navideña, siempre me ha gustado creer que la luz nocturna de las ciudades sirve de guía a los Reyes Magos. Serán cosas mías, pero pienso que el destello nos hace visibles a distancia y permite a Sus Majestades orientarse. Así nos aseguramos una noche mágica llena de regalos. Se trata, en suma, de ayudar a Gaspar, Melchor y Baltasar a llegar a nuestra casa, donde unos zapatos o calcetines, según el uso de cada cual, acabarán de identificarnos. Tampoco sé de dónde viene la costumbre de dejar visibles los zapatos o calcetines la noche de Reyes. Espero que no sea por el olor. Este año no vamos a tener luces por Navidad. La situación económica obliga a reducir gastos y parece lógico empezar recortando por los innecesarios, también llamados lujos o caprichos. Tal vez sea la primera manifestación colectiva de la crisis. Hasta ahora, la crisis se veía como algo que podía afectarnos a todos pero que sólo afectaba a algunos, como la gripe. Por eso decimos que la crisis o se nota o no se nota. O te afecta o no te afecta. Pero el apagón navideño nos alcanza a todos, porque todos vamos a tener que hacer un esfuerzo especial para recordar que estamos en el mes de la magia, para conseguir que nuestros hijos abran los ojos como platos imaginando camellos en sus ventanas. Este año no nos van a recordar que tenemos que felicitar las fiestas a nuestros amigos y familiares, así que veremos a ver si no quedamos con más de uno como Cagancho en Almagro. Y si no tenemos luces, algo deberíamos ir pensando para llamar la atención, para hacernos bien visibles desde el cielo y evitar así que sus Majestades de Oriente, despistados y desorientados, pasen de largo.
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