A mi amigo Diego Aguilar Caro
Se ha hablado y escrito mucho sobre lo que es ser un buen profesor, yo he tenido algunos y he compartido docencia con otros. Mi compañero Diego era uno de ellos.
Es difícil decir qué es un buen profesor, es como intentar definir la elegancia, se tiene o no se tiene, y las personas que la poseen son muy distintas entre sí con lo que no se ajustan a unos cánones. Algunos hablarían de saber mucho, de explicar muy bien o de tener a disposición una batería de recursos que faciliten la adquisición de aprendizajes. Para mí lo más importante para ser un buen docente es creérselo. No que hay que tener un ego muy grande, sinocreer que dar clase es importante porque trabajas con personas justo en la edad que son vulnerables y sujetas a influencias. Puede ser ésta una visión muy idílica cuando lo que se ve es una pandilla de larguiruchos que pasan de los profesores y que los tienen en el punto de mira para sus gamberradas. Pero justamente éste es el reto.
Lo segundo, aunque bien podría ser lo primero, lo que más debe pesar no es la intelectualidad, es el corazón. Corazón para enseñar, para que te importen esos chavales que se sientan frente a ti con cara de aburridos y su futuro. Tú ya estás viviendo el tuyo, conseguiste un puesto de trabajo tras muchos años de estudios. Pero los que miran desde ahí sólo están interesados por la nómina de final de mes. Un profesor debe ser un puente entre el presente y el porvenir de sus alumnos. Encontrártelos diez o veinte años más tarde convertidos en buenas personas ilusionadas con su trabajo y no sentir orgullo por lo que has conseguido tú sino por lo que han conseguido ellos.
A Diego Aguilar le dolían sus alumnos y se esforzaba por ellos cada día. Era un buen tutor, se tomaba muy en serio el cometido de guiarlos. Sabía también sonreír y reír con ellos, porque hacía su trabajo con alegría. Fue para mí un ejemplo a la par que el mejor de los compañeros, siempre dispuesto a echarme una mano. Cuando yo llegué a dar clase por primera vez iba asustada, aunque intentaba disimular para que los alumnos no oliesen mi miedo y me la liasen, necesitaba un aliado, un cómplice y lo encontré en él.
Hoy este gran profesor, ya no está con nosotros, pero ha dejado mucho de sí en los que fueron sus alumnos y en todos los que lo conocimos.