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En El Peral con Rafael de Riego

El cortijo de El Peral, en las proximidades de Arcos, fue escenario de un importante episodio de la historia de España. Fue allí donde el general Rafael de Riego fraguó el pronunciamiento que obligó a Fernando VII a expresar su apoyo a la Constitución de 1812 -la ?Pepa?- dándose de este modo inicio

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  • El cortijo de El Peral destaca por la singularidad de su arquitectura, que responde al modelo tradicional del campo andaluz. -
El viajero que en dirección a la Sierra de Cádiz toma la autovía de Arcos, puede observar poco antes de llegar a esta población, a la izquierda de la vía, una curiosa construcción: el cortijo de El Peral. Si nos desviamos, aunque sólo sea por unos momentos, para acercarnos hasta su entrada, próxima a la última rotonda que da acceso a Arcos, veremos que un cartel anuncia la venta de garbanzos. Pero en El Peral no sólo hay garbanzos. Junto a una de las muestras más notables de la arquitectura tradicional agraria de la campiña, El Peral encierra entre sus muros mucha historia. Vamos a conocerla.
Lo primero que llama la atención en este cortijo son sus llamativas torres que, dispuestas en ambos extremos de su fachada principal, flanqueando su entrada, nos recuerdan a una fortaleza. Se trata de las torres de contrapeso de un antiguo molino aceitero, de prensas de viga, ya que El Peral fue durante muchos años una hacienda de olivar, aunque ahora esté rodeado de cultivos de cereal y girasol y los olivos más cercanos los hayamos dejado en las cercanas laderas de Macharaví.
Estas particulares torres tienen en su parte superior sendos palomares rematados por almenas con tejadillos, lo que les da cierto aspecto de castillo cuando las contemplamos desde la lejanía. Los palomares resultan aún más llamativos ya que se han pintado de almagre, ese peculiar tono rojizo que nos recuerda al óxido de hierro o a la arcilla. Entre las torres se encuentra la vivienda de los caseros y la entrada principal del cortijo, presidida por un viejo azulejo devocional con la imagen del Sagrado Corazón, que da acceso a un primer patio empedrado de planta cuadrada. El patio tiene a ambos lados las naves de la antigua almazara que arrancan de las torres, donde se encontraban las prensas de viga y las bodegas de aceite.
En torno a un segundo patio, que se abre a continuación del primero, se organizan otras dependencias de la hacienda entre las que destacan las antiguas cuadras y establos, techados con bóvedas de arista en piedra de cantería que descansan sobre pilares. Sobre las cuadras se construyeron los graneros, a los que se accedía desde el patio interior a través de una curiosa rampa. A este patio de labor se abren también las nuevas caballerizas y almacenes de aperos y maquinarias, así como otras dependencias que acogieron las gañanías, a ambos lados de la puerta trasera del edificio, que da al campo.

Desde el siglo XVII
Las tierras de El Peral aparecen ya reseñadas a finales del siglo XVII como dehesas. A mediados del XVIII cuentan ya con olivares y se menciona también la existencia aquí de un molino de dos piedras. Pero será en el siglo XIX cuando El Peral cobre mayor protagonismo. Por aquí pasó la escritora Francisca Larrea, en 1826, quien lo menciona en su Diario de Arcos. Madoz incluye a El Peral entre las haciendas de olivar de Arcos en 1845. Sin embargo, será de la mano de Rafael de Riego, en 1820, cuando este cortijo-hacienda escriba sus páginas más singulares. Recordemos brevemente aquellos días.
Al objeto de hacer frente a los movimientos independentistas de las colonias americanas, se fueron concentrando en Andalucía a lo largo de 1819 contingentes militares en espera de ser embarcados. El cuerpo expedicionario estaba al mando del Capitán General de Andalucía, Félix Calleja del Rey, Conde de Calderón, quien tenía poderes de General en Jefe de las fuerzas españolas en América. Un grupo de oficiales había decidido aprovechar esta ocasión para organizar un pronunciamiento con el que obligar a Fernando VII a proclamar la Constitución de 1812.
Uno de ellos era el teniente coronel Rafael de Riego, que al frente del batallón asturiano, acuartelado en la localidad sevillana de Las Cabezas de San Juan, encabezaba la rebelión liberal frente a los absolutistas el 1 de enero de 1820, proclamando la Constitución de 1812.
En la arenga que dirige a sus tropas Riego justifica su acción: “Es de precisión para que España se salve que el rey Nuestro Señor jure la Ley constitucional de 1812, afirmación legítima y civil de los derechos y deberes de los españoles. ¡Viva la Constitución!”.

Camino de Arcos
Los hermanos De Las Cuevas, en su monografía sobre Arcos, nos dicen lo que vino después: “A las tres de la tarde del 1-1-1820, con el Batallón de Asturias, emprende la marcha desde Las Cabezas. Llovía a todo llover. A las 2 de la mañana, en El Peral, enciende hogueras para secarse; en el barro, perdiéronse muchas botas. Riego montaba un caballo blanco - fr.” (Recuerdo de R. de Riego, de M. Chaves, p. 110).
Cruzando con su batallón los caminos embarrados durante casi doce horas, Riego se había dirigido a Arcos, junto a otros jefes militares que acudirían procedentes de poblaciones cercanas, ya que allí se encontraba el General Félix Calleja, Jefe de las fuerzas expedicionarias, a quien debían ganar para la causa o detener.
Al día siguiente, tras pasar la noche en El Peral, se entregarán a Riego en Arcos el general Calleja, los generales Fournas y Sánchez Salvador, el Brigadier Gavani… siendo trasladados a El Peral, que se convertirá por unas semanas en centro de operaciones de Riego y en prisión improvisada de quienes no quisieron secundar el pronunciamiento liberal.
Tras proclamar la Constitución en Arcos, Riego enviará una columna a Medina y se trasladará él mismo, al frente de 300 hombres, a Bornos. El pronunciamiento se extenderá progresivamente por otras ciudades hasta que el 10 de marzo, los acontecimientos obligan a Fernando VII a mostrar su apoyo a la Constitución de 1812 con aquel famoso “marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”.

Punto de partida del trienio liberal
Comenzará así el Trienio Liberal que había encendido su primera llama una noche lluviosa de enero en las hogueras que Riego manda hacer en El Peral para que pudieran secarse sus fatigadas tropas. Después vendrían los Cien Mil Hijos de San Luis y la ejecución de nuestro personaje, acusado de alta traición, apenas tres años después de los hechos de Las Cabezas y El Peral.
Cada vez que pasamos por El Peral nos gusta recordar que aquí estuvo Riego, el máximo exponente de quienes defendían las libertades civiles en nuestro país y que en reconocimiento a ello, su retrato ocupa un lugar destacado en las Cortes Generales.
En El Peral nada recuerda su paso. Bien podría ponerse una placa, un monolito o, tal vez, sembrarse un olivo en su memoria, ahora que se acercan las celebraciones del segundo centenario de La Pepa. A pesar del olvido, quedan las palomas. Las mismas palomas que cada tarde regresan a sus hermosos palomares pintados de almagre. Y las torres… que continúan allí, altivas, alzando sus almenas entre los trigales, como faros en la campiña.

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