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El Loco de la salina

Carta a Enrique Montiel, el pequeño

Los que nos sentimos cañaíllas estamos muy contentos, porque lo que hace un paisano nuestro es como si lo hiciéramos nosotros.

Publicado: 08/03/2021 ·
14:01
· Actualizado: 08/03/2021 · 14:02
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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D. Enrique: Perdone el atrevimiento, pero aquí en el manicomio se le conoce a usted como el pequeño, siendo su cuerpo tan grande como su imaginación, pero es para diferenciarlo de su padre el grande. Pamplinas gaditanas.

Me dirijo a usted con estas breves líneas, porque los locos, que pasamos innumerables horas reflexionando (es un decir) y observando todo lo que se cuece en la cocina de este mundo, hemos leído que van a hacer una película basándose en una novela suya que ha titulado “A la velocidad de la noche”. Le confieso que, si los locos hubiéramos llegado a saber que la noche tiene velocidad, hace tiempo que le hubiéramos metido la quinta para ver si pasaban pronto los días y nos soltaban de una santa vez.

Le aseguro que esta novela la podríamos haber escrito aquí, porque la noche será rápida para usted, pero para nosotros es más lenta que la puesta en marcha del tranvía de La Isla.

Los que nos sentimos cañaíllas estamos muy contentos, porque lo que hace un paisano nuestro es como si lo hiciéramos nosotros. Que estén llevando a la pantalla un trabajo suyo nos llena de orgullo y satisfacción, y no cabemos en nuestra camisa de fuerza de pensar que el séptimo arte, que es como el séptimo de caballería, pone sus ojos en una obra parida aquí. Los que organizan el cotarro cinematográfico han tenido que ver que ese traje literario que usted ha confeccionado con mucha paciencia y con mucha intriga les venía justo a la medida. Por eso, y viendo que la cosa iba de velocidad, nos hemos apresurado rápidamente a felicitarle y a reconocer su trabajo. No en vano la palabra “cine”, heredada del griego, indica “movimiento”. Así que ya nos hemos movido. Y le confieso que, aunque nosotros nunca saldremos en ninguna película, ahora es como si saliéramos. Además, sabemos que usted es abogado todo el rato y que por su vida laboral han tenido que pasar personajes, venganzas, odios, quereres, sentimientos y un montón de cosas más. El que se sienta en su despacho a plantearle un problema debe haber dejado allí, sin apenas darse cuenta, una historia, una intriga, un laberinto de vivencias y un trasfondo digno de ser contado por gente como usted, observador de la vida y de sus recovecos.

Pues bien, aparte de esta columna, que es un ramo de flores entregado a su persona con el orgullo propio de quien como paisano participa de su triunfo, le quería decir también otra cosita. Quiero invitarle a que, cuando pueda, se pase por este manicomio, porque aquí va a encontrar materia de sobra para hacer, no una novela, sino cientos de novelas a cual más intrigante. Tiene aquí personajes e historias de todo tipo, desde Napoleón hasta Juana la loca. Y además podrá contar con la ventaja de no tener que defender como abogado a ningún loco, porque cualquier día saltamos la tapia y a ver quién da con nosotros. Aunque si viene, venga en son de paz y no disparando balas de plata como es su costumbre. Por todo ello, los locos queremos saber cuándo se va a estrenar la película. Y, si nos enteramos de que algún paisano no va a verla, entenderemos que le hace un desprecio y por tanto que se vaya preparando, porque le vamos a calentar el coco a base de ladrillazos.

Para terminar, este loco desea darle un abrazo y desearle éxito con las nuevas novelas que a buen seguro parirá. De llenar los cines ya nos encargaremos nosotros.  No se olvide de mandarnos un par de entraditas. Gracias.

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