Que no estarán este año. Quede claro. Así podrán festejarse otras dos o tres veces. O las que hagan falta. Que el departamento de comunicación (ahora llaman así a la publicidad llana y simple) es el más activo de muchas modernas empresas. En especial si las empresas son públicas, porque es necesario airear lo que se hace, lo que se piensa hacer y lo que ya está hecho, para que el premio a mover varias veces el mismo ladrillo con frecuencia viene en forma de votos. ¡Voto a bríos! Y que “diver”, someter a esperadores a años de espera para hacerlo pasar por la humillación del sorteo ¡3 sorteos 3!, porque ya es una suerte que quien está obligado a cumplirlo cumpla el artículo 47 de la Constitución, el que no existe para los que se auto nombran “constitucionalistas”, porque por encima hay otro artículo no escrito, pero de mucho mayor peso y en forma de espada de Damocles, que dice nosequé de iniciativa privada y de que sin especulación no habría progreso. Y se quedan tan satisfechos como si defendieran el Derecho. No; más.
Las “palás” de tierra del señor Alcalde pesan demasiado para levantarlas siquiera una vez al año. Y después de nisesabecuantos se dobla de nuevo el espinazo. Que ya veremos a quienes les toca una de las 83, de los más de 15.000 esperadores. Eso es: conviértase el vivir en una lotería, al fin y a la postre ¿no es una lotería la vida misma? El Ayuntamiento a través de Emvisesa, empresa pública, se comprende, ha tenido que esperar a disponer de un préstamo europeo llegado en un paquete de subvenciones a través del ICO (que complicado todo ¿no?) porque el dinero de que disponía a pesar del millón aportado hace poco más de un año, que da para hacer algunas viviendas se ha gastado en engordar la angustia especuladora de unos cuantos propietarios afortunados, ejemplo para los demás y para promotores, constructores, oficinas inmobiliarias y especuladores en general, quienes así garantiza el ascenso de los precios, aunque quede reducido al Ayuntamiento y otros especuladores de mayor calado. Que ya es decir.
En Cisneo Alto el heroísmo municipal va a construir 83 viviendas que en un par de años serán repartidas por riguroso sorteo ante notario entre otros tantos afortunados, únicos recogedores de un maná agotado antes de llover del cielo en que gustaría convertirse. Ahora, eso sí, con todo tipo de fanfarria, prensa y jolgorio, como si no fuera suficiente el del sorteo. ¡Qué manía comparativa con lo mal parados que salen! Aquí la fanfarria goebbeliana es necesaria, para que no se note tanto. Que cambiar el nombre a la Avenida Gual Villalbí no fue suficiente para borrar el recuerdo de lo eficiente. Cuando le quitaron el nombre a la Avenida para disfrazar la vergüenza comparativa de ver cómo el final de la dictadura fue también el de la construcción de vivienda social -social, de verdad, no unos cuantos euros menos que la de promoción privada-, supimos que no conseguirían deshacer el recuerdo . Al contrario: se empeñan en refregarnos que se hacían viviendas para ser habitadas antes de existir el artículo 47. Quizá el mensaje sea que para cumplirlo debe desaparecer otra vez.