Francisco Aurelio Dávila Rosso
Se habla mucho en los mentideros de la sociedad actual de la separación iglesia y estado. No es ni mucho menos un tema de poca importancia puesto que afecta a la opinión pública desde hace siglos y en nuestro país con más fuerza desde la transición española.
Podemos aceptar que en el estado en el que vivimos, la libertad religiosa es un derecho y que no ha de imponerse por la fuerza a nadie ninguna ideología o creencia , pero bien, negar o intentar defender que se dé la espalda a tradiciones y fiestas de arraigo católico en tierras donde nada se entiende sin el componente espiritual, creo resume el absurdo de la sociedad en la que vivimos.
Preferimos pecar de ignorantes e imponer por la fuerza la negación y el repudio de lo tradicional tachandolo de facha, fascista o derechista, que asumir y defender el carácter católico que impregna todos los ámbitos de nuestra cultura, nuestras artes e incluso nuestras ciencias y pensamientos.
No negamos la inquisición pero tampoco estamos dispuestos los católicos a soportar que se nos intente convencer de que es el arraigo y la imposición católica de antaño el origen de todos nuestros males, puesto que si España no fuese católica, a buen seguro no nos iría nada bien siendo musulmana ni hubiésemos podido conseguir ni la libertad de todos ni la liberación de miles y millones de mujeres y hombres en cuanto a sus derechos y sexualidad. España es laica legalmente pero profundamente católica en sus ritos y costumbres.
¿Qué harían tantos estudiantes en nuestro país si no fuese por los colegios concertados de las organizaciones religiosas? ¿Dónde habrían de estudiar si aún contando con estos colegios existe masificación en las aulas? ¿Realmente alguien piensa que el gobierno estará alguna vez por la labor de construir tantos colegios públicos como fuesen necesarios para que el cien por cien de los jóvenes del país contasen con una plaza en un centro de enseñanza pública?
En una ciudad como El Puerto, ¿qué fiestas generan más dinero sino las religiosas?, ¿qué entidades organizan tantos eventos y sacan a la luz a los artistas locales si no son las hermandades y cofradías?, ¿de dónde viene su nombre?¿a qué se debe su importancia histórica?
Es por todas esas cuestiones y otras muchas más por lo que no entiendo ni jamás entenderé como algunos se empeñan en seguir reivindicando que los representantes políticos no han acudir como tales a eventos de componente espiritual y de fé.
Nuestro país no ha de negar la realidad y debe, al igual que lo hace la derecha muy acertadamente, aparcar su orgullo a un lado y reconocer y agradecer que aunque existe la libertad religiosa, la iglesia católica hace mucho por nosotros y nos libra de numerosos problemas que nuestros gobiernos no saben erradicar como son el hambre y el derecho a la educación para todos. Y a quien niegue eso, que Dios le perdone.