Es una idea que algún amigo preocupado por nuestro Patrimonio y compañeros del gremio me han referido en alguna ocasión, y que rompe seguramente con uno de esos mantras que esta ciudad tiene hacia su imagen patrimonial. Me refiero al pinar del monte de Santa Catalina.
Cualquiera que visualice fotografías más antiguas comprobará que realmente el monte de Santa Catalina no era un lugar especialmente forestado. Almendros, retamas, jara y otros arbustos poblaban una ladera que hoy se muestra verde plagada de pinos de reforestación. Esa imagen ha pasado a formar parte de la ciudad, se ha grabado en nuestras retinas hasta sacralizarla. Al mismo tiempo, los vacíos dejados por incendios en los últimos años, han sido incluso objeto de crítica. Recuerdo la frase memorable de Peñalver poco después de hacerse con la Alcaldía refiriéndose al estado del pinar de manera peyorativa con la frase: “nos han dejado el monte hecho unos prados” en referencia a la ausencia de reforestaciones tras esos fuegos recientes y no tanto.
Pero llegados a este punto cabe cuestionarse sobre la necesaria intervención en ese monte para la puesta en valor de los muchos elementos patrimoniales que atesora. Empezando por la deforestación del entorno inmediato del castillo que permita la apreciación e iluminación de los diferentes paños de muralla, de los accesos, del camino viejo e incluso de los escasos restos de la fortaleza original del castillo Abrehui. Algunas voces más tajantes aprecian la necesidad de deforestar el monte de pino y recuperar de forma progresiva una vegetación arbustiva mediterránea haciendo de toda la montaña un elemento patrimonial que se preste a complementar el conjunto amurallado de la mejor forma posible; si bien este asunto da para un buen debate sobre la imagen de la ciudad.
Sea como fuere y mientras se da forma a la idea de un parque cultural que desde hace años se reclama en ámbitos culturales, universitarios y hasta políticos. Conviene trazar una hoja de ruta en el que la eliminación de la masa vegetal más contaminante para los bienes patrimoniales del monte sea solo un inicio con un presupuesto posible. Experiencias de puesta en valor de entornos que mejoran la vista de fortalezas los tenemos cerca, en Alcahuete o Alcalá la Real por poner los ejemplos más llamativos. No podemos seguir manteniendo criterios de contemplación patrimonial propios de hace sesenta años, y nuestro castillo se muestra (u oculta) con esos criterios.