Calificación: ***
dirección: Neill Blomkamp.
intérpretes: Sharlto Copley, David James, Jason Cope, Mandla Gaduka, Vanessa Haywood, Kenneth Nkosi, William Allen Young.
Nueva Zelanda. 2009. 107 minutos.
Nos han vendido Distrito 9 como uno de los grandes acontecimientos del nuevo cine de ciencia ficción y el hecho de que Peter Jackson (El Señor de los Anillos) haya apostado por su producción ha enriquecido la nómina de halagos al producto. La película no es la obra maestra que, reitero, han pretendido colarnos, pero sí es algo más que una estimable película de serie B que recupera parte de la esencia del cine clásico de la ciencia ficción.
Ni hay excesivos alardes de efectos especiales, ni un solo rostro conocido entre el reparto: todo el interés se centra en lo que se cuenta y cómo se cuenta, tomando como referencia los parámetros de un género desde el que interpretar la realidad desde un interesante y atractivo punto de vista.
Lo que se cuenta es la historia del Distrito 9, un gueto de Johanesburgo (Sudáfrica) en el que han sido hacinados los miles de extraterrestres rescatados de una nave inmovilizada desde el año 1982. Transcurridos veinte años, una multinacional dedicada al negocio de la fabricación de armas, decide organizar el traslado de los alienígenas hasta una zona más alejada de la civilización como excusa para requisar las armas que ocultan en sus chabolas y tratar de emularlas.
Cómo lo cuenta Blomkamp es lo que hace diferente e interesante a esta producción: mediante las técnicas de un falso documental -entrevistas, grabaciones procedentes de aficionados, de cámaras de seguridad, de vídeos promocionales...- desde el que se va haciendo una exposición más o menos ordenada de lo sucedido desde la llegada de los extraterrestres hasta el presente.
Hay, en este sentido, una doble conciencia crítica: la que nos invita a reflexionar sobre el apartheid sudafricano y las consecuencias de una sociedad extremadamente racista (el gueto extraterrestre no es más que una actualización de los guetos creados para la población negra por la Sudáfrica blanca); y, de manera más superficial y poco consistente, la que alude al poder de las grandes multinacionales como las responsables de las directrices políticas que marcan el rumbo del mundo. Pero no todo es documental y conciencia crítica, su director también apuesta por el entretenimiento, por la emoción y el espectáculo de acción en la recta final del filme. Tal vez ayude a descompensar el tono del trabajo, pero supone una forma de agradar a todo tipo de espectadores.