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Sindéresis

La tierra plana y otras hierbas

Me refiero a que la gente necesita saber. Saber es lo que nos sacó de las cuevas.

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No sé si históricamente ha habido fuertes movimientos en que las personas que iban en contra de la opinión generalizada lo hacían no para buscar la verdad sino para evadirse de ella. Sin embargo, el principio de las ideas conspiranoicas y anticientíficas es el mismo que el de las religiones, por más que hoy día los movimientos conspiranoicos estén llenos de ateos: poseer un nicho de mercado, mano de obra, músculo social para cosas, a veces para obtener votos.

Hay una enorme cantidad de personas descreídas de las versiones oficialistas, algunas por mera higiene intelectual y otras por deporte, por hobby; ante la duda, dudan de todo, o al menos lo hacen en mitad de una conversación. No hay manera de rebatir la teoría de quien duda que los conocimientos adquiridos más básicos sean ciertos. No hay manera de rebatir la teoría de quien dice que es así porque los designios de Dios son inescrutables. No hay manera de rebatir cuando la razón no importa.

Y así calan las estupideces más peligrosas, no solo en charlas intrascendentes, sino incluso en programas electorales muy concretos. Si queremos seguir quemando petróleo y carbón a mansalva, no hay nada mejor que poner en duda el cambio climático. Si queremos que la religión no pierda peso, no hay nada mejor que poner en duda la evolución, que la Tierra sea una esfera, que gire alrededor del sol como los otros planetas.

Pero eso tiene un pero, claro, muy gordo: la conspiranoia, el descreimiento, no para cuando tú quieras que pare. Cuando lo oficial y lo racional no tiene valor, no tiene valor nunca. Y ya no puedes manejar a las personas como antes. Ya no puedes echarles la culpa de que todos sus males vengan de fumar tabaco cuando miran un mapa de acumulación de casos de cáncer y ven que se concentra en zonas industriales. Ya no cuela lo que digas en prensa.

Has abierto la veda para que todos los atentados sean de falsa bandera.

Has vendido barata la credibilidad de lo racional y lo científico.

Has puesto las vacunas a los pies de los caballos a base de permitir que las farmacéuticas dominen la sanidad, que destruyan la confianza en los médicos. ¿Creías que la paranoia se iba a terminar cuando tú quisieras? No.

Has hecho, finalmente, que cada vez que un político abra la boca para decir algo bueno, una buena parte de la población se pregunte a quién realmente beneficia aquello. A qué oscuros intereses. La palabra oscuro es importante en esto que hablamos.

La paranoia anda suelta por el mundo. Los charlatanes invocan represiones que han sido reales cuando se intenta atajar sus postulados homicidas. No tenéis credibilidad así que, ¿por qué no? ¿Por qué no, casi cualquier cosa?

Dejad de engañar y manipular. La gente necesita un suelo sólido para no ser engañada. Y no me refiero a creer que la Tierra es plana. No me refiero a creer que habrá un cielo cuando muramos. No me refiero a creer que estamos mejor sin vacunas, viviendo en el campo.

Me refiero a que la gente necesita saber. Saber es lo que nos sacó de las cuevas. Y, ojo, de las cuevas salimos todos juntos y volveremos a ellas todos juntos sin ese suelo sólido. Dejad de manipular la historia, la ciencia y la lógica.

Nos va el futuro en ello, el futuro de esta bola sobre la que todos vivimos, recemos o no, sobre la que todos intentamos salir adelante con las herramientas que nos ha dado la naturaleza, o Dios, que me da lo mismo para lo que tenía que decir: la transmisión del conocimiento es lo que nos salva del hambre, los piojos y la viruela.

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