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La escritura perpetua

La dama indeseable

'Una corona para Claudia’ es un espectáculo lleno de buenas intenciones, una historia suave y, en un sentido positivo, pero también negativo

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'Una corona para Claudia’ es un espectáculo lleno de buenas intenciones, una historia suave y, en un sentido positivo, pero también negativo, puede afirmarse que desprende juventud. Se trata de una obra fresca, pero sobre la que sobrevuela cierta inexperiencia. Tiene varios números musicales, que cantan a capella sus cinco intérpretes. Se estrenó a finales de julio en el teatro Alfil de Madrid, y ahí sigue, con éxito y un público mayoritariamente juvenil.

‘Una corona para Claudia’ trata del amor, del desamor, de las rupturas, de los desencuentros, de las preocupaciones laborales de los jóvenes, de su falta de futuro, de la lealtad, de la amistad y, sobre todo, y como fondo de todo ello, de la muerte. Los diálogos resultan interesantes, aunque a veces les falte contundencia. ‘Una corona para Claudia’ es, ya está dicho, una obra suave y ahí radica su mayor virtud: en esa suavidad, aunque esté tratando las cuestiones más ásperas y dramáticas de la vida: la lucha contra la enfermedad, el acecho permanente de la muerte. Se trata de una obra tristísima con una envoltura risueña.

Le falta síntesis, en medio del diluvio de cuestiones mayúsculas que llueven sobre el escenario durante la representación. Pero esa es una cuestión subsanable, que el autor y director, Iker Azcoitia, y los propios actores -todos muy jóvenes-, irán puliendo con el paso del tiempo. El espectáculo recuerda algo, sobretodo en la temática, a otras obras que también se han visto sobre las tablas del Alfil, como ‘La excursión’ y, sobre todo, ‘Clímax’. ‘Una corona para Claudia’ realiza continuos guiños a la serie ‘Juego de tronos’, que si bien en algunos momentos de la representación son muy celebrados por el público, dejan un vacío en quienes no siguen esas historias por televisión. Se trata, en definitiva, de un espectáculo a considerar. Que insinúa en su título lo mejor de la obra: la presencia permanente de la muerte, esa enemiga implacable, que persigue incluso a los más jóvenes. Esa terrible dama del alba. En la función a la que asistimos, con la sala llena, todos, intérpretes y director, recibieron una prolongada ovación por parte del público.

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