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La Gatera

Otegui

Soy de la opinión que para opinar hay que enfangarse y a pesar de mis reparos, me merendé la entrevista que al… (no sé como calificarlo) ciudadano Otegui le hizo el otro día Jordi Évole...

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Soy de la opinión que para opinar hay que enfangarse y a pesar de mis reparos, me merendé la entrevista que al… (no sé como calificarlo) ciudadano Otegui le hizo el otro día Jordi Évole. Les aseguro que me despejé de todo prejuicio y quise empatizar (en cierto modo) con lo que este hombre, después de haber pasado por la cárcel, y una vez “derrotada” la banda asesina ETA, tenía que decir.

La cabra siempre tira al monte, y por respeto (a usted, que a este individuo no) no pongo el animal macho. Y así Otegui fue escalando los riscos que Évole le iba lanzando, con cara de creerse la falacia obscena de que es un hombre de paz. Pero… ¡ay! mucho tiempo no puede la soberbia quedarse escondida, y en el momento en que se veía acorralado por preguntas a las que no está acostumbrado quien vive en el absolutismo de una verdad sostenida por la sangre, se le asomaba la enagua por debajo de la coraza. No sé que me da más asco, si la visión de las 856 marcas en la culata del revolver que sostienen etarras y seudo-etarras, o la desfachatez con la que este personaje decía que el día del terrible atentado en Hipercor, la banda asesina no había colocado los explosivos con la intención de matar, porque de hecho había avisado tres veces antes de detonar la bomba. ¿Entonces para qué se supone que se habían colocado? Hay que ser muy canalla para intentar culpabilizar a las fuerzas del Estado de las terribles consecuencias de su sed de sangre. Muy canalla y muy cobarde.

Mientras escribo esto, este indeseable está en el Parlamento Europeo (auspiciado por Podemos y por Izquierda Unida) dando lecciones de derechos humanos. Justo en la ciudad donde sólo hace unas semanas, unos asesinos (que la gente que mata a otra sólo tiene ese calificativo, porque ningún motivo lo justifica) sembraron de horror y sangre la estación de metro. Situaciones como éstas son las que detonan de nuevo la bomba de dolor en la familia de las victimas, y vuelven a morir sus seres queridos una y otra vez.

Me alegré de ver tu entrevista, Otegui. Me alegré de sostener la nausea que me produces. Me alegré porque no quiero olvidar. Quiero construir una nueva España sobre una conciencia limpia y justa. Pero defendiendo la voz sesgada de esos 856 inocentes.

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