A Curro López, presidente de la Asociación de Vecinos de Lagunillas, le tiemblan las piernas cada vez que asoma el cartero por la puerta del local que tienen en el colorido y a la vez deprimido barrio malagueño. Y es que parece que siempre son malas noticias. O una multa de la furgoneta de reparto con la que llenan los estómagos de más de 2.800 vecinos. O una factura de la luz. Como la que esta semana les quita el sueño; 166 euros de consumo eléctrico por una nevera, un congelador y apenas un par de plafones de bajo consumo.
“No sé de dónde vamos a sacar el dinero, tendríamos que haber pagado el 27 de noviembre y ya nos han avisado que nos cortarán la luz en cualquier momento”, lamenta López, que relata cómo esta situación, la de vivir con la amenaza de quedarse sin suministros básicos, es una constante más en el colectivo. Basta echar mano de las hemerotecas para comprobarlo. Cada cierto tiempo, Lagunillas pide auxilio para continuar repartiendo alimentos básicos -que provienen de la Junta de Andalucía, de la Unión Europea o Bancosol- para malagueños en los barrios con menos recursos, como Cruz Verde, Lagunillas, Cristo de la Epidemia, Pinosol, la Victoria, Capuchinos y, más recientemente, hasta el Palo.
El dinero del gasoil del vehículo para llevar los víveres hasta el barrio se quema buena parte de la ayuda que reciben del Ayuntamiento de Málaga. Van tirando con aportaciones de algunas empresas solidarias que conocen de primera mano la situación que se vive allí. “Aquí no cobramos una cuota de socio por venir por alimentos”, reitera López, que insiste en la falta de recursos para mantener el espacio donde a diario se pasan los malagueños a llenar su nevera.