El investigador valenciano Josep Tornero diseñó un sistema de control de calidad automático que emplea la visión artificial para detectar fallos en superficies pintadas de coches, y que Ford Motor Company ha implantado ya en diez factorías.
Después de este inédito sistema, el investigador continúa con su propósito de obtener aplicaciones industriales y se trasladará a principios de 2015 a la Universidad de California en Berkeley para proseguir sus investigaciones en Estados Unidos durante seis meses.
Tornero, catedrático y director del Instituto de Diseño y Fabricación (IDF) de la Universitat Politècnica de València (UPV), ha encontrado la combinación que más le gusta: aplicar sus trabajos al automóvil por que lo que crea riqueza es la industria, no el sector terciario, indica en una entrevista concedida a EFE.
Opina que los expertos del mundo de la universidad deben pensar como empresarios: "si piensas como científico no acabas de entender por dónde va la industria", reflexiona reconociendo que le motiva la investigación que genera valor añadido y soluciones industriales.
Asegura haberse "casado" con Ford en el ámbito del automóvil, algo "casi obligado" teniendo una factoría en la Comunidad Valenciana que actúa de tractora de otras industrias.
De hecho, Ford tiene los derechos de explotación del sistema de visión artificial, y el investigador y la Universitat Politècnica de Valencia, la patente científica.
El sistema consiste en tomar las imágenes necesarias en 10 segundos mediante un número importante de cámaras -un mínimo de doce- alrededor del coche, con las que prácticamente se cubre el cien por cien de la carrocería de un vehículo por grande que sea.
Según explica, en una fábrica como la de Ford en Almussafes (Valencia) con más de 1.700 coches diarios de producción máxima, no se puede inspeccionar el 100 % de la carrocería con el sistema manual, el operario se agota y su percepción se reduce.
Sin embargo, con los túneles ideados por Tornero esa función la desarrolla la visión artificial, y se reducen en más de un 20 % los defectos.
"Nadie puede asegurar la calidad de ese producto y eso es un problema para una empresa", por eso el nuevo sistema ha tenido "muy buena aceptación" y está funcionando en diez factorías de la multinacional Ford.
En primer lugar se implantó en Bélgica en 2011, después en Almussafes y en varias plantas estadounidenses; los alemanes de Saar Louis tenían "prejuicios" y solo aceptaron que el sistema era bueno cuando vieron "la plena satisfacción" de los clientes americanos, según relata Tornero.
Cada sistema de túneles de control de calidad cuesta casi un millón de dólares (unos 800.000 euros), y para su desarrollo buscó dos ingenierías, además de diez ingenieros que trabajaron a tiempo completo "en plena crisis con un buen sueldo" y cinco investigadores.
El catedrático se siente orgulloso de que cuando "todos despedían" él contrataba, lo que demuestra que la investigación genera riqueza.
Lamenta que el conocimiento que sale de la universidad tarda "cinco, diez o quince años" en llegar a aplicarse y debe estar claro que la aplicación es rentable y amortizable en un espacio corto de tiempo, de ahí que tenga que recorrer "un tránsito por el desierto" para que el cliente lo encuentre "valioso".
Tornero insiste en que la exigencia por parte del cliente es "altísima" y más en productos caros como los vehículos en los que se mira "mucho" la calidad y se da por supuesto que va a funcionar correctamente y va a tener un buen acabado.