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La Tribuna de Nertis

A la atención de Santa María de El Puerto

Un hospital que lleva el nombre de la madre de Dios tiene que ser diferente. Lo es. Tome la fuerza y el ánimo y abrace al enfermo. Está en buenas manos.

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Posiblemente acabe de sentarse y recién acomodado para hojear el periódico después de un día complicado y con la sensación de inquietud, deshasosiego e intranquilidad, quiera desconectar por un momento del trance. No lo niego.

Un hospital siempre es un hospital por mucho que me lo pinten de un color u otro. Lugar de contrastes donde conviven vida y muerte. Blanco y negro. Alegrías y sufrimientos. Lo que es la vida en su máxima expresión. Sin más. Quizás, con la cabeza en otra parte, es posible que esté más pendiente de encontrar las razones convincentes por las que deba seguir pensado en que sea lo que sea, el final será feliz. Lo debe ser. Realista pero positivo. Nunca pierda la fe.

Levante la mirada. Deje por un momento de hojear estas líneas. En silencio, visualice y no deje ni por instante de perder la perspectiva que da el sentirse ahí. Acompañado pero con la soledad que suele dar la intranquilidad. Sí, se encuentra en el hospital.


Está en Santa María de El Puerto. Un hospital que lleva el nombre de la madre de Dios debe, más allá de creencias, ser un lugar diferente. Lo es. Posiblemente le rememore los recuerdos de una nueva vida o, por el contrario, el adiós. Noticias imborrables y vivencias para el olvido. Momento tan personal y tan privado que le va acompañar estos días que no serán más que querer encontrar la esperanza y el halo en el que aferrarse. Días de preocupaciones, de miedos, de silencios, de hastío.

Cada paciente, cada familiar, amigo, cada uno a su modo, a su manera, harán el examen de conciencia adecuado para valorar al enfermo. El cuidado y cariño está asegurado. No lo dude. Lo aseguro. Siga mirando cada instante, cada movimiento. A todos. Un mundo en el submundo.

Una historia dentro de miles. Una monotonía irrepetible y eterna. En estas líneas sinceras no quisiera dejar pasar la ocasión, no podía, ni debía dejar de hacerlo para agradecer y reconocer el trabajo, la profesionalidad y la humanidad de todos sus trabajadores.

Porque más allá del amor a una profesión, el celador, el médico, el enfermero, el auxiliar, el limpiador o el cirujáno estará a su lado. Ahora, pase página. Levántese y abrace al enfermo. Tome la fuerza y el ánimo suficientes para que los males sean pasajeros. Está en buenas manos.

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