El hombre de natural bueno y juicio equilibrado, para juzgar cada momento desde la honestidad, es sólo aspiración. El criterio sensato y honrado quizás no exista pero lo intuimos dentro como un modelo a imitar. No sabemos quién lo ha puesto pero nos sirve para detectar cuándo el comportamiento nos separa del bien. Parecen restos de realidades más altas que en otro tiempo adornaron el interior humano y sucumbieron al determinismo de la naturaleza. Por ese camino llegaríamos al paraíso soñado por muchas culturas que el hombre estropeó con su conducta. No hay duda que es mito bien antiguo fruto de observación y de introspección.
Pero no voy a eso. Es más expuesto concluir una doctrina atosigando el juicio ante situaciones dolorosas de injusticia que por fuerza precipitan las conclusiones. Ninguna teoría ha tomado consistencia si no es en filosófica especulación ajena a cualquier sentimiento o emoción humana. El pensador que se plantea una meta difícilmente la concluye, porque el raciocinio se mueve en libertad y basta decir ‘sé espontáneo’ para no conseguirlo. Las dichosas paradojas que se autodestruyen. Así pasa con la sociedad soñada por algunas doctrinas, que las destruyen al organizarlas con normas rígidas que atentan contra lo espontáneo.
Nuestra sociedad está plena de ilustrados que han vivido en diferentes sitios y culturas, pero no han profundizado en ninguna porque no han movido aún el pensamiento. Nuestra escuela falla porque relaciona, convive, informa al alumnado, pero no se adquiere profundidad de juicio medido en cada edad. El profesor no lo tiene normalmente y se hace más necesario este proceso cuanto más intuitiva la idiosincrasia de gentes gozando de muchas horas de sol. Viniendo de fuera se aprecia bien. Esto se suele conseguir en especial por el lenguaje y a mí me dio resultado en mi docencia. Estoy convencido que éste es un fallo grande del sistema de educación. Pero se trata de una experiencia que se trasmite muy mal en una disertación. Yo nunca lo conseguí.
Pero tampoco voy a eso. Marx especuló ante la situación flagrante de injusticia social. Es distinto el terreno de la teoría y el de la praxis atacada por el desvivir del momento. Nunca se parecen demasiado; la vida, para nuestro bien, es bastante más compleja que lo amañado por la lógica. El comportamiento del hombre está demasiado influenciado por el medio y por componentes humanos; entre la razón y las emociones hay un abismo, lo mismo que de los sentimientos a las tendencias. Toda teoría económica y política tienen las fronteras elásticas del comportamiento que es sensible al viento que roza en cada momento. No hay juez ni ley ni moralista que sea capaz de encerrar en un esquema al hombre y sus circunstancias.
¿Vamos entonces a una anarquía? No, ese es otro extremo y antes de llegar a él nos contentamos con organizar las tareas con cierta aproximación. Los juristas lo saben. Es todo un relativismo que no estrangula la sociedad sino que el consenso nos salva de estos extremos. Mi amigo el comunista tiene un cacao del que no sabe apearse. Las peores son esas mentes sencillas sin malicia que aprendieron a defenderse desde el marxismo, que les sirvió en el momento, y ahora se ven precisados a la democracia. Pobrecillos, no es problema político sino de epistemología, y quedaron huérfanos muy atrás, porque el comunismo no ofrecía cultura, sólo sometimiento. Y nadie les ha dicho que aquello terminó. Todos los dogmas andan por este camino; sólo se diferencian en que se acabe o no el respaldo colectivo. La tradición.