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Me puedo morir tranquilo

"Con esa seguridad escatológica finalizó su brillantísimo pregón de la Semana Santa de Jaén, Ramón Molina Navarrete, el pasado domingo en el Infanta Leonor".

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Con esa seguridad escatológica finalizó su brillantísimo pregón de la Semana Santa de Jaén, Ramón Molina Navarrete, el pasado domingo en el Infanta Leonor. 

Tras un epílogo vibrante y directo en el que hacía un canto apasionado a Jaén, la ciudad que lo había acogido, respetado y querido, con la que decía sentirse plenamente identificado, el pregonero puso colofón a su brillante intervención con la seguridad de que ya podía morirse tranquilo después de haber puesto su palabra cofrade al servicio de los jaeneros. 

Debo confesar que en mi vida había oído una oratoria cofrade tan selecta, conmovedora y brillante. Estoy plenamente convencido que habrá en la ciudad, en los ambientes cofrades de Jaén, un antes y un después a partir de este domingo de Pasión. Escribo estas líneas en las horas siguientes al mismo, cuando aún estoy fuertemente conmocionado por el pregón de este ubetense, al que ha sido concedido por la Providencia el don de divino de transmitir la palabra de Dios. 

“Dios está aquí, entre nosotros”. Esa fue la primera frase que salió de la boca del pregonero comenzando su intervención. Y así lo vivimos. Era como si realmente Dios hubiera puesto su sitial celeste entre nosotros. “Por mi boca hable Dios”, pidió el pregonero, y se que fue atendida su petición, pues Él estaba en cada una de las frases que pronunció a partir de aquél momento. 

Su palabra reclamaba y conseguía esa presencia, eternizando el tiempo, haciéndonos desear que no terminara nunca su alocución, reteniéndonos en los asientos como si instintivamente comprendiéramos que tardaríamos mucho tiempo en escuchar, sentir y vivir un momento similar. 

Dios estaba en su palabra. Y, por eso, su palabra era poética, conmovedora, vibrante, cautivadora, tierna, soñadora, atrevida, profunda, cofrade, cristiana, pedagógica, iluminada, estructurada, original, pausada, dramática, medida, articulada, reflexiva, intuitiva, respetuosa, elegante, formativa, y, de nuevo, y, sobre todo, poética, creadora de mundos, recreadora de ambientes, atrapadora de realidades que están delante de nosotros y no sabemos describir hasta que hombres como Ramón Molina, nos los presentan ante nuestros ojos y comprendemos que, sin haberlo sabido nunca, los habíamos conocido desde la eternidad y soñábamos con poder asimilarlos. Esta es la grandeza de la poesía, el poder infinito del alma de los poetas. 

“Palabras, palabras y palabras, la humanidad ya está cansada de palabras”, recordaba el pregonero, que sentía la necesidad de silencios que anidaran primaveras. Renovación y nueva primavera cofrade era su intervención ante nosotros. 

La pieza oratoria del poeta y dramaturgo ubetense estaba plenamente estructurada y tras su vibrante inicio, hizo una crítica realista del mundo cofrade. En su exposición nos reconocíamos culpables de nuestras carencias, pero la elegancia de su relato hizo que nadie se sintiera avergonzado de las mismas. Más tarde derramó su hálito poético sobre cada una de nuestras cofradías y hermandades y su fuerza ecuménica era tal que, al oírlo, no pensábamos en la nuestra sino en el conjunto de todas las cofradías de las que nos hizo sentirnos plenamente identificados en una lección fraternal y comunitaria. 

En un momento de su pregón, Ramón definió a Jesús como “poeta, soñador y mensajero de la paz”. Esas mismas palabras lo definen a él. A éste ubetense universal, escritor, dramaturgo, actor, cofrade, cristiano íntegro y poeta, poeta de bien, poeta de altura, soñador de mundos nuevos y mensajero de la paz cofrade, porque, pregones así tienen la capacidad de unirnos a todos los que trabajamos cotidianamente, a cuestas con nuestras carencias pero con la fuerza del corazón, en el mundo de las cofradías. 

Que esa paz que nos trajo tu verbo encendido quede también contigo, Ramón, ubetense de bien, jaenero de adopción, cofrade por la gracia de Dios y, maestro. Así te definí presentándote cierta vez en público. Y sé que te gusta que te llamen así, porque lo eres, porque estás orgulloso de tu noble profesión. Maestro de tus alumnos y de todos aquellos que te conocemos. 

En Maranatha has encarnado durante muchos años a Jesús, tomando su palabra y su figura. Él te corresponde como amigo fiel, anidando en tu mente y en tu corazón; brotando para siempre como una rosa fresca en tus labios, por bien de todos cuantos te oyen. 

Tú puedes morir tranquilo. Nosotros también a partir de tu pregón. Nos has enseñado que no existen esfuerzos baldíos. Nos has traído amor, nos has hecho vivir, pues ya sabes que no se vive donde se respira sino donde se ama 

Dios te bendiga Ramón. Poeta, cristiano, cofrade…maestro.

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