Con las elecciones presidenciales y la celebración del Mundial de Fútbol en el corto plazo, Brasil tiene este año uno de los partidos más importantes que disputar: evitar que las miradas del mundo se desplacen a otro horizonte de oportunidades económicas.
Tras una década de despegue económico, el gigante latinoamericano comenzó a sentir desde hace varios años un desgaste en algunos indicadores macroeconómicos, llevando a muchos analistas a repensar el sendero de las finanzas de la primera economía de América Latina.
Desde 2010, año en el que la crisis económica comenzó a azotar con fuerza Europa, los países emergentes ganaron mayor visibilidad ante los flujos de capitales. Entre ellos, Brasil, sobre todo, después de que el gigante latinoamericano consiguiera alcanzar un crecimiento del 7,5 % durante 2010, el último año de gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.
Con su sucesora, Dilma Rousseff, el crecimiento económico fue del 2,7 % en 2011 y del 1 % en 2012.
Asimismo, si las previsiones de los analistas privados se cumplen, el PIB crecerá en 2013 un 2,3 % y 1,99 % este año, por lo que la presidenta Rousseff concluiría su mandato como la jefe de estado que obtuvo un menor crecimiento económico desde Fernando Collor de Mello, primer presidente electo por voto directo en 1989.
La desaceleración económica, unida a la depreciación del real brasileño, que durante 2013 se devaluó un 15,25 % frente al dólar, podrían ser una de las causas para que Brasil baje una posición, de séptimo para octavo en el ránking del PIB, según estimaciones realizadas por Economist Intelligence Unit (EIU).
A este escenario, según analistas, se le suman algunos indicadores sobre la recuperación de Estados Unidos y Europa.
Tanto la UE como los Estados Unidos pueden reconducir de nuevo el flujo de capitales desde los países emergentes hasta los países desarrollados, advirtió a Efe el ex director ejecutivo de la Comisión Económica para América Larina (Cepal) y profesor de la Universidad de Columbia, José Antonio Ocampo.
"El tsunami de capitales hacia las economías emergentes se debió en parte por falta de oportunidades de inversión en el mundo desarrollado. Ahora, seguramente vamos a ver mucha más recuperación de flujo de capital hacia los países desarrollados", explicó.
Ocampo, exministro colombiano de Hacienda, precisó que los capitales continuarán desembarcando en el país sudamericano, aunque "para beneficio de Brasil" no en las cantidades "gigantescas" en las que llegaban en los últimos años, cuando el real era presionado por el ingreso de dólares en forma masiva.
"Para lo único que servían - matizó- era para exigir que se acumularan más reservas internacionales".
Rousseff, favorita para su reelección en las presidenciales de octubre, también deberá controlar otros frentes abiertos en la economía brasileña, que en 2013 sufrió la mayor fuga de capitales desde 2002, según los datos oficiales publicados este mes.
A este dato, se le unen otros indicadores como una balanza comercial debilitada tras caer 86,8 % respecto de 2012, unos tipos de interés establecidos en el 10,5 % y una inflación del 5,91 %, un valor situado por encima de las previsiones de los analistas privados, pero dentro de la meta oficial de 4,5 %, con dos puntos porcentuales de margen.
En opinión de José Paulo Rocha, asesor financiero de la consultora Deloitte, si Brasil quiere continuar atrayendo el interés de los inversores necesita "reafirmar su compromiso con la reglas establecidas hace diez años", las cuales, a su juicio, le permitieron durante años alcanzar buenos niveles de inversión.
La clave, sugirió, son la estabilidad y las reformas.
"Para reforzar la imagen hay que dar continuidad al plan de estabilidad y llevar a cabo reformas estructurales. Brasil, por ejemplo, tiene un sistema tributario muy complejo y difícil de entender, una gran burocracia", señaló Rocha, quien precisó que también es necesario un mayor combate contra la corrupción.
Brasil, según Rocha, "está condenado a tener éxito" debido a que su mercado consumidor está lejos de haber tocado su techo, pero a este escenario con viento a favor hay que acompañarlo, arriesgó, con reformas que pugnen por atraer a la inversión.