La semana pasada estuvimos repasando los principales fundamentos que caracterizan a la cocina griega. Y entre todos los productos más consumidos destaca el queso Féta. Los griegos son los segundos consumidores de queso en Europa, detrás de los franceses, siendo éste el más popular y conocido allende sus fronteras. La palabra Féta, traducida literalmente, significa “trozo”. Y procede precisamente porque se presentaba en bloques y nunca se podía tomar el queso entero, sino sólo un trozo. El Féta es un queso de pastores que se elabora con leche de oveja cuajada. Tiene un sabor muy característico, entre salado y ácido, con un retrogusto muy prolongado, que le hace ser ideal para ensaladas, rellenos, etc. Su sabor salado le viene por el método de conservación, que consiste en introducirlo en agua de salmuera, siendo ya de esta manera exportado a todo el mundo. Ya desde antiguo los pastores utilizaban este método para poder cubrir largas distancias sin que se estropeara, y además, debían superar el tiempo en que no había leche sin tener que renunciar al Féta. Hoy día, hay quien lo deja en agua fría durante horas para eliminar ese exceso de salubridad, pero en mi opinión no deja de ser más que un sacrilegio, ya que altera realmente su principal característica, la que le hace propenso realmente para engrandecer algunos platos concretos.
Este queso se emplea mucho en ensaladas, con tomates logra una conjunción casi perfecta, ya que la mezcla en el paladar de dulce y salado es ideal. Con aceitunas negras y una rebanada de pan es uno de los ‘mézedes’ más corrientes (recordemos que son aperitivos griegos). También es un queso que sorprende cuando lo empleamos como relleno, y aquí la imaginación juega un papel fundamental como siempre, y es que se deja experimentar porque es versátil y amplio en su maridaje. Cuando se compre Féta se debe vigilar que se trate de queso de leche de oveja, a veces se elabora con una parte de leche de cabra; pero hoy día se puede encontrar en cualquier supermercado con facilidad. Así que ya sabéis, animaos a probarlo que seguro que no os dejará indiferente. Y para los amantes del queso, ratones ávidos de probar todo tipo y variedad, aquí tenéis uno que no debéis dejar de disfrutar. La semana que viene más…
La receta de la semana
Los pastelitos de pasta Fillo son muy comunes en Grecia, rellenos por ejemplo de queso Féta. Esta pasta procede de la antigua Persia, es una sencilla mezcla de harina, agua y sal, a la que se le añade a veces aceite de oliva. Es muy fina, por lo que hay que tener habilidad para manejarla. Parecida al hojaldre, se utiliza como envoltorio de rellenos o base de pasteles. Aquí vamos a elaborar un pastel empleando la pasta Fillo y queso Féta. La Fillo viene congelada en paquetitos, sólo hay que dejarla descongelar un poco para poder manipular sus hojas. Cocemos espinacas frescas y las escurrimos bien. Las rehogamos con puerro y trituramos hasta que quede fino. En una placa de horno engrasada extendemos varias capas de Fillo, luego colocamos encima la mezcla de espinacas y completamos con bastante queso Féta troceado o desmenuzado, hasta que cubra bien. Por último tapamos con más hojas de Fillo y mojamos con gotas de agua por encima. Horneamos a 180 grados unos 10 minutos, hasta que se dore. Lo ideal es tomarla fría, porque se aprecia más el crujiente, y será más fácil de cortar. Es un entrante ideal, para ser tomado en un día de campo, como hacen los griegos. A buen seguro que a alguno cuando la pruebe se le ocurren otros originales rellenos. ¿A que sí?
Este queso se emplea mucho en ensaladas, con tomates logra una conjunción casi perfecta, ya que la mezcla en el paladar de dulce y salado es ideal. Con aceitunas negras y una rebanada de pan es uno de los ‘mézedes’ más corrientes (recordemos que son aperitivos griegos). También es un queso que sorprende cuando lo empleamos como relleno, y aquí la imaginación juega un papel fundamental como siempre, y es que se deja experimentar porque es versátil y amplio en su maridaje. Cuando se compre Féta se debe vigilar que se trate de queso de leche de oveja, a veces se elabora con una parte de leche de cabra; pero hoy día se puede encontrar en cualquier supermercado con facilidad. Así que ya sabéis, animaos a probarlo que seguro que no os dejará indiferente. Y para los amantes del queso, ratones ávidos de probar todo tipo y variedad, aquí tenéis uno que no debéis dejar de disfrutar. La semana que viene más…
La receta de la semana
Los pastelitos de pasta Fillo son muy comunes en Grecia, rellenos por ejemplo de queso Féta. Esta pasta procede de la antigua Persia, es una sencilla mezcla de harina, agua y sal, a la que se le añade a veces aceite de oliva. Es muy fina, por lo que hay que tener habilidad para manejarla. Parecida al hojaldre, se utiliza como envoltorio de rellenos o base de pasteles. Aquí vamos a elaborar un pastel empleando la pasta Fillo y queso Féta. La Fillo viene congelada en paquetitos, sólo hay que dejarla descongelar un poco para poder manipular sus hojas. Cocemos espinacas frescas y las escurrimos bien. Las rehogamos con puerro y trituramos hasta que quede fino. En una placa de horno engrasada extendemos varias capas de Fillo, luego colocamos encima la mezcla de espinacas y completamos con bastante queso Féta troceado o desmenuzado, hasta que cubra bien. Por último tapamos con más hojas de Fillo y mojamos con gotas de agua por encima. Horneamos a 180 grados unos 10 minutos, hasta que se dore. Lo ideal es tomarla fría, porque se aprecia más el crujiente, y será más fácil de cortar. Es un entrante ideal, para ser tomado en un día de campo, como hacen los griegos. A buen seguro que a alguno cuando la pruebe se le ocurren otros originales rellenos. ¿A que sí?
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